martes, 12 de enero de 2010

MIRANDO AL CIELO



Hoy un mensaje me dijo que sería un buen día creativo, que sería un día para crear cosas, para escribir, me decía, si tenía un diario sin saber que lo tengo aquí, con vosotros, en el blog... He madrugado, a esa hora que el cielo, como un manto alba, se queda sobre la ciudad y nos deja relegados a todos perpetuados en una cadena fría de helor mañanera. He ido a recoger a Edurne a su casa, escondida, con la brillantez de los niños, con su gran naturalidad, con su inocencia absoluta tras la cortina de la bañera para ver si la encontraba, asomando como le asomaban los pies por detrás, anunciando donde estaba... Un beso y un abrazo. Me ha contado todo lo que le trajeron los Reyes y nos hemos ido caminando hacia el cole, con menos frío que ayer... Me he quedado absorto escuchándola porque tenía tantas cosas que contarme que no ha parado en todo el camino... Luego he desayunado con Gemma y Mariam, unas tostadas y un zumo de naranja. Pero antes, se ha producido uno de esos momentos hermosos que tiene la vida y que son pura casualidad...

Iba con mi música mirando al cielo, cubierto por una tupida masa de árboles, cuando comenzaron los violines de la canción de Serrat, de "Aquellas pequeñas cosas", con melodía sinfónica y casi de sueño. Al tintineo del piano me quedé mirando arriba y tras las nubes descubrí un brillante y muy dorado sol que lo iluminaba. No sé si porque me cegaba la luz o por la belleza de aquél instante fugaz y mío, sólo mío, pero he estado a punto de soltar una lágrima... ¡Qué belleza! No sé si os puedo trasladar la sensación de aquel instante mínimo, de aquél regalo absoluto que ha sido escuchar la canción, mirando al cielo y sentirme por un sol que me bañaba de una alegría dorada y me obligaba a dar gracias por mi vida. Por vosotros. Por todo lo que compartimos... Que el viento arrastra acá o allí, que te sonríes tristes sí, nos hacen que lloremos cuando nadie nos ve...

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