viernes, 15 de enero de 2010

DOS EN LA CIUDAD (TWO IN THE CITY)



Londres. Y no hace tanto, aunque cuando a uno le aprieta el estómago o el alma, los buenos momentos nos parecen más lejanos...

Os dije que comentaría como nos rondó Londres por la cabeza y la verdad es que fue un gustazo, entre otras cosas porque no paramos nada de nada. Fuimos de la nieve y del frío, del frío intenso que agrieta las manos y los labios, que destroza los dedos y la vida. Fuimos risas, a carcajadas, a sonrisas en todo momento. Y todo, mientras fuimos descubriendo la ciudad. Yo, una vez más. Hugo, la primera. Y me gustó mucho poder compartir con él este momento, porque siempre creí que sería una ciudad que le iba a gustar. Y así fue.

Tenemos mil momentos para contar. Me gustaría relataros todos para dejarlos aquí por constancia y no dejarlo en la barca del olvido, pero tampoco es posible relatar cada segundo de aquel periplo... Recuerdo con especial nostalgia el paseo en barco por el Támesis, con unos silencios prolongadísimos, y muchas cosas en la cabeza. Con el frío curtiéndonos el rostro. Y la imagen en paso de Londres hasta donde la ciudad desaparece... Recuerdo, como uno de los mejores momentos de mi vida, el momento en que poco a poco toda una escalera de metro montamos un tema musical de Grease, lo cantamos y acabamos aplaudiéndonos los unos a los otros.

Y, con nostalgia absoluta, el momento en que con las doce campanadas de la medianoche de la última de 2009, la nieve empezó a surcar el suelo londinense entre copos que se desplegaban con absoluta serenidad, volátiles, sobre nosotros. Y la sonrisa de Hugo, la de Leo y Cris, la de su hermana,... La felicidad absoluta.

Empecé a hacerme mayor el día que cada nochevieja, desde las seis o las siete de la tarde, una nostalgia me empuja y me dobla. En Londres me vino a pasar una vez más. Y ese momento, el de la nieve, fue un punto de inflexión en toda regla para comenzar hacia arriba 2010. Y ahí estamos, subiendo. Un camino que emprendí de la mano con mis amigos, y es una buena manera de empezar a caminar...

Recuerdo el atardecer en Trafalgar, sobre la National, y la lluvia a la entrada del British, recuerdo haber pensado en tumbarme como si hizo Leo sobre la figura de Wilde, recuerdo el calor del hot chocolat en Covent y aquel concierto, la última noche, de Luka, a las puertas del mercado rodeado por todos nosotros,... Recuerdo las risas con la sidra de pera y tus pintas cerveceras, las conversaciones antes de apagar la luz, reorganizar la maleta, la búsqueda del buffet más económico, el paseo por London Eye, la lluvia sobre St. Paul, el calor de la Tate, el musical de Priscilla, las risas, el botellón de "espidifen", disparar la cámara, las puertas de los teatros, Stonehenge, la quietud en Salisbury, el sueño del autobús,... Quizá fue una de las grandes experiencias que compartí con Hugo, espero que nos queden muchas, porque crezco con él. Un placer, como siempre.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Te has olvidado de la jota en Westminster gañán.

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