viernes, 8 de enero de 2010

CON POCA LUZ



No soporto la condescendencia. No. Me parece casi más aberrante que la mentira. No soporto la mentira. No. Y vivo condenado por algunas cuantas, pero no las soporto. Los condescendientes y los mentirosos nacen de la misma madeja, del gusto por agradar siempre y a cualquier precio. Los que engañan renuncian a la verdad, y a ellos mismos. Y desde el primer momento se engañan a sí mismos... Lamentable, ¿no? El caso del condescendiente es más lamentable aún: miente por agradar, se rebaja, se retuerce, se enreda, se hace ovillo y hace reverencias para formar parte de un teatro, malo de solemnidad, que se ha creado a su alrededor.

No soporto al condescendiente y al mentiroso, que suelen ser el mismo. Cuando los rencores del alma nos rasgan por completo acaban dejando una herida profundamente llagada en el interior de cada uno de nosotros. La mentira suele ser vinagre y sal para mis heridas. La condescendencia, un desprecio mayor. Como un absurdo pisotón sobre la herida que ya sangra y cicatriza... Las dos virtudes (ironía) suelen andar de la mano por vidas ajenas, suelen entregarse a aquellos que inventaron sus vidas para huir de un dolor máximo: ser humanos. No todos estamos acostumbrados a este penar: ser persona. A mí me duele y me agrada. Ser persona. Porque nadie dijo que fuera fácil, pero es, al fin y al cabo. Que ya es suficiente.

Creo que aborrezco la mentira por bendición materna. Desde pequeños me enseñaron a ir con la verdad por delante. Suele acabar uno pareciendo - o siendo - pretencioso, altivo, altanero, prepotente... por no cogerse a la mentira. A menudo lo he pensado. Pero nunca nadie podrá nadie acusarme de haberle dicho una mentira. Si acaso, una piadosa, que es una manera de disfrazar la mentira cuando nos avergonzamos de usarla...

Mi vida hasta ahora ha sufrido el desgaste que llaga con las falsedades. Abrí una puerta y se escurrieron con el final del año y, ahora, intento que el bálsamo que llevo dentro cicatrice y me haga volar bien alto, con mi felicidad barata y mis caprichos de vosotros. Y nada más. Que no me vuelva a apretar el alma con un dolor nacido de una mentira, absoluta y barata. Rancia. Escarpada. Triste...

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Pensamientos para después de una mentira (o una condescendencia)

1) No me mientas nunca o avísame de que lo estás haciendo. Seremos más felices.
2) Nunca tengas la necesidad de crear aquello que no existe sino es para procurarte una felicidad mayor: soñar es económico, mentir suele salir caro.
3)No me mires con indiferencia, prefiero ser insignificante.
4) La condescendencia se la debe meter uno con-descendencia. Es decir, hacia abajo. Y cuando la tenga abajo, muy adentro...
5) Deberían bajar la luz y el gas y subir la mentira. Aún son demasiado baratas en nuestras vidas...


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