jueves, 2 de octubre de 2014

UNA MELANCOLÍA AGARRADA A LA VIDA


Me imagino parado frente a un camino sin fin. La verdad, no sé si es el sosiego que nos trae la edad o la abstemia otoñal, pero reconozco que ando casi por inercia, aunque no pare de hacer cosas, y sin tener tiempo ni para soñar. Si me paro al silencio de la mañana, me imagino al principio de un camino extenso, oculto bajo el sombraje nulo y una maraña espesa de algún bosque lejano. El frío me corta contra la cara y tapo con una cazadora vaquera un pecho que respira aire frío debajo de un cielo que amenaza lluvia. Nada me apetecería más que tener a mi lado alguna voz amiga, y pasear en silencio. Si acaso que hablaran los ojos. Si quisieran decir algo. Imagino como doy un paso y otro al rato, y el frío se hace más intenso mientras clavo las manos en mis bolsillos. Y la mente vuela pensando en cosas que le quedan lejanas a aquel camino lejano por el que paseamos. Disfruto de ver el mar de hojas que el viento no mueve porque el agua apelmaza. Y el camino de piedras, redondeado por charcos sobre los que siguen cayendo pequeñas gotas. Podría tapar mi boca y mi nariz con una bufanda que huela a mi perfume favorito. Y notar como el vaho se pierde a través de la lana y se dispara hacia el cielo. Me gustaría encontrar la palabra perfecta para empezar una conversación que aún no he decidido. Me encantaría que a ti te apetecieran el paseo y el silencio, y el caminar sin freno hasta aquel punto del infinito donde se adivina más camino.

Reconozco que no estoy perdido, que no ando triste, pero tengo cierta nostalgia y una melancolía agarrada a la vida. Y con ella me mezo, soñando con aquel camino que no encuentro. Hoy cerraría los ojos, y luego la puerta, sin casi equipaje y me iría a andar por los rincones perdidos donde la palabra puede aparecer de vez en cuando, pero no es necesaria. Porque quizá, tengo tanto ruido, que quiero algo de silencio que compartir... Me imagino parado frente a un camino sin fin y que comienzo a andar. Y que no voy solo, ni triste, ni nada parecido. Sólo voy.

Me imagino al rato sentado sobre la piedra húmeda o apoyado sobre la baranda de madera, que aún gotea lluvia recien caída, viendo el río caer embravecido, entre olas de espuma blanca. Las ramas vuelan a velocidad vertiginosa flotando sobre las aguas que no cesan y vamos, en silencio, lanzando piedras que se pierden río abajo. Miraría al cielo, que se vuelca con nubes grises. Sentiría el frío envolver mi espalda. Sacaría una libreta en la que volver a escribir. Y de vez en cuando, miraría al lado para saber que no me falta la persona amiga que calla junto a mí...

Reconozco que no estoy perdido, que no ando triste, pero tengo cierta nostalgia y una melancolía agarrada a la vida...

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