Como un enfermo herido de muerte que se va apagando en su enfermedad, casi en silencio, apartado, sin dolor siquiera, más allá del del mismo adiós, este invierno lejano va entrando con un otoño calmado, apático, anormal... Cada mañana, es cierto, hace un poco más de frío, pero tan tímido que acabo por perderme y no saber qué ropa ponerme. Qué tocará cada día. Y añadiendo, al hecho consumado de no tener que tapar, que uno se hastía de ver lo que tiene y alcanza la mayor desilusión encaprichado de que no tiene nada que le guste. Y entonces, casi, me sacudo, porque me lo merezco, pero enseguida me deshago de la idea y me voy a otras cosas menos triviales.
La corrupción hace que todo huela a mierda. Ayer fue un día informativamente completo. De aquellos que sacuden las consciencias de quienes aún tienen conciencia. Eso es así. No creo que haya otro resumen con el que poder cerrar un lunes aciago de otoño, que no sabe a otoño.
En mi pelea con la báscula le arañé dolor hasta los 89.200, que es algo así como pegarle un bocado a la grasa en su autoestima. Aún queda mucho, pero el primer paso, siempre tan complejo y tan duro está dado. También dí los primeros pasos en salir de nuevo a correr. Casi no me dejé la opción ni de plantearlo, porque si lo hubiera pensado, habría encontrado mil sitios a los que volar o mil razones por las que quedarme atado a esta silla, giratoria, y de condena que me tiene siempre frente al ordenador.
Por la noche, después de la ducha y de dejar las zapatillas colgadas, tuve reunión de final de mes en el partido. Me levanté al baño y seguí durmiendo, porque eran las 4:40. Me desperté con la sensación de que el 28 de octubre es importante por algo: aún no sé por qué. Y me acosté de nuevo hasta que me levanté y volvimos al tajo. Tomé café con leche en el Menjant, leí la prensa y seguí la marcha. Comí dos calamares asados y un trozo de salmón pasado por la plancha.
Voy a seguir con la marcha. Esta noche: cine. Drácula. Lo mejor para olvidarse de ciertas tontas que sobrevuelan la geografía gitana de esta piel de toro. Ay señor, con la de tontos que se topa uno en la vida...
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