Van pasando cosas. Y las voy viviendo. En el mejor de los casos el tiempo se detiene y mi vida se lanza con su vértigo sobre la agenda de las horas siguientes. En el peor, acaban colapsándose los segundos, hiriéndose los unos a los otros mientras por fin siento algo de brisa primaveral por la espalda - sí, el 17 de octubre -, me quiero dejar de escribir para ir a la siesta, pienso que he usado demasiados gerundios y se agolpan las cosas por hacer... Así, a veces el tiempo lo destroza todo, a otras lo amansa de una manera, casi sangrante.
Hace calor. No es nada nuevo. Tengo una agenda repleta por delante, tampoco lo es. Nuevo, me refiero. Anoche alargamos la directiva de la falla en el Cyrano, mano a mano, Adri, Manolín y yo. Cierto es que cuando son tres personas no sé si se podrá decir aquello de mano a mano, pero lo cierto es que estábamos los tres. Hablamos de todo. Y me fui a dormir rematado por el cansancio.
Los días cunden lo que toca: unos todo, otros nada. Y así voy rebentando las hojas del calendario. Ahora, sin ir más lejos, veo lo cerca que estamos de nochevieja. Y me apura más ver lo lejos que está Singapur que lo cerca que nos cae enero. El tiempo,vuela. No es mía la frase, lo reconozco.
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