sábado, 11 de agosto de 2012

BITÁCORA IBICENCA: ORILLA DE MAR.


- "¡Raúl, ¿qué canción es ésta?
- D'Angelico, "Big Area" de D'Angelico".

La tarde pasa de números rojos a enteros en cuestión de segundos. La música resiste la fuerza del generador que rompe la tranquilidad en S'Espalmador. Todo el cielo está nublado. Los veleros nos señalan mientras Pablo reparte hielos en la popa del Nolan. Elijo una de las fotos del atardecer y pienso qué cerca está el final de la travesía. Sube la música. Y baja de nuevo: casi hay que acertar ahora qué es lo que hay puesto.

Eran las siete y media de la mañana cuando Leo salió al comedor, Ali bajó del puente de mandos y en un abrir y cerrar de ojos real, apareció Pablo dispuesto para emprender la marcha. Sobre un mar quieto, absolutamente apagado, surcamos el mar que separa Ibiza de Formentera. Casi nos costó dos horas llegar y el cielo cubierto, no dejó de acompañarnos ni un solo segundo.

Desayuné algunas gominolas que compramos ayer en el Lidl. La cobertura es mala, así que si apenas consigo algún whatsapp. Llegamos a la playa y fondeamos.Con la pequeña zodíac van haciendo viajes a la orilla. Ali y yo decidimos acercarnos nadando: se adivina a lo lejos que la distancia es demasiado larga, pero pese a ello el incipiente calor de la mañana y las ganas de ponerse en movimiento hacen que nos lancemos a bracear. Cuesta, el agua no se mueve, de vez en cuando se mueve algo, pero hay mucha distancia.Así que todo lo salvamos finalmente sujentándonos a un cabo que nos ata a la zodíac. Y surcamos el mar, con nuestro cuerpo como guías de la travesía.

En nada nos encontramos con la orilla blanca, la arena limpia que sujeta por los pies a Pablo y Raúl jugando a las palas. La sombrilla ya está clavada en la playa y empezamos a conquistar tierra clavados por un sol de injusticia. En la playa me subo a la colchoneta mientras Raúl, Leo, Pablo y Raquel se van con Laura a tomar unos baños de barro. De fango, podrido y maloliente. Regresan enseguida, mientras sigo mecido a merced de los rayos, que lo queman todo. Juego algo a las palas, con Raquel primero y luego con Pablo. Orilla de mar. Y me tumbo bajo la sombrilla compartida hasta que llegan Alejandro Monzonís y Carmen, con toda la trouppe de niñas y niños que les siguen en la travesía. Pasamos la mañana hablando de todo un poco y regresamos ya a las tres de la tarde. Comemos cerca de las cinco y media: gambas al ajillo, langostinos y una fideuà de rape. Exquisito. Hay que ser felices con lo que hay, y con esto además nos da para sentirnos muy afortunados. Después de comer, un flash de cerezas y a la proa. El sol machaca intensamente pese a estar cayendo, Formentera el socarral se cuece, las nubes envuelven mágicamente el sol y me quedo meciéndome en la proa. Despierto del breve letargo, el barco de al lado es una fiesta. Pablo, Raúl y Leo regresan de la playa, Raquel lee el blog, Laura toma un Actimel y Ali fuma un cigarrillo apurando el atardecer. La música disco envuelve una noche que sabe a lluvia de estrellas y sal. Dejo aquí las últimas horas, con los párpados hinchados y un ron con coca cola que deshace apurado sus hielos. Feliz noche.

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