domingo, 31 de octubre de 2010

OTRO BANCO



Sé que el fin de semana es el de Jose y Ana, el de su boda, el de su felicidad... Os contaré con algo más de distancia la fiesta, que lo fue, por todo lo alto. Las risas, las emociones al límite, el buen rollo... Esta noche es Halloween. Hemos cambiado las horas en nuestros relojes para convencernos de que ahora es más tarde que antes, cuando la hora es la misma, pero la tarde ha caído de una manera más contundente. Enseguida me voy a casa de Laura y Sergio a ultimar nuestro disfraz. Llamaré antes a Angelita para ver si ha progresado de su jaqueca. Pero necesito contaros algo...

Ayer, antes de la boda, cuando acudía a casa de Ana me dí cuenta de que llegaba demasiado pronto y aunque no hubiera pasado nada, desde luego, me decidí a dejar caer el sol a mi alrededor en una tarde que anunciaba lluvia. El cielo estaba espectacular y cuando está así, el pequeño rayo de sol que se escapa y consigue filtrarse, da una luz irreal a todo nuestro alrededor. Yo me fui a ver la escultura que hace nada Miquel Navarro ha instalado en Mislata: espectacular. Me quedé treinta minutos sentado en un banco, sintiendo el frío de la tarde que se hace más intenso a través de un traje chaqueta y mirando al frente. Admirando la férrea obra que se eleva por encima de la nada absoluta y queda para siempre en el centro de lo que será una futura plaza.

Hay gente que la ha criticado y ayer, dejando de lado las ocupaciones y las responsabilidades que pueda tener, como un turista que viniera a Mislata, me senté en aquel banco, como un día frente a la fuente del Louvre o en aquella bancada del Taj, y miré, observando, sin prejuicio alguno lo que tenía delante. Y lo que tenía delante era maravilloso, espectacular. Y aquello me animó mucho más a saber que nuestro trabajo, aunque esté tan denostado, sí que sirve. Y que algún día a Edurne le podré contar que su tío estaba el día que las grúas levantaron aquella figura esbelta y singular, de luces oxidadas. Y sentí una felicidad completa, de saber que trabajando por los demás, aunque tengamos tan mala fama los que nos dedicamos a la política también, trabajamos por un futuro mejor. Y ese empeño lo he tenido siempre... Y me sentí reconfortado. Muy reconfortado.

Me fui del banco hacia la boda. Me fui con la extraña sensación de sentirme libre, feliz. Relajado. Extrañado de haber podido dedicar treinta minutos de mi vida, que sabéis agotadora, a estar sentado en un banco mirando la escultura y mirándome a mí mismo, desde la lejanía. Me gustó. Tanto que pronto me gustaría buscar otro banco... Precioso.

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