lunes, 18 de octubre de 2010

CUARENTA MINUTOS



Si tuviera que elegir ahora una canción, así de repente, para hacerla sonar, probablemente sería algún de Frank Sinatra o alguna del concierto de RW en el Royal Albert. Tengo la tarde de crooner, hoy que ha vuelto el frío. Me apetece ponerme en activo, dejar atrás algún miedo que ha aparecido en las últimas horas, esperar que me sorprenda un mensaje, de alguien que me saque una sonrisa. Sonrío mucho últimamente, no más que antes, nada espectacular, pero me encuentro bien, conforme. Disfruto cuando me meto en la cama, entre las sábanas y me cuesta nada ponerme a cocinar. Hay cosas que llevo peor, cierto es. Pero en líneas generales, mi cada minuto, ahora mismo, no me cuesta. O no me cuesta tanto.

Una conversación pasada la madrugada me puede alegrar, dejar más tranquilo, ayudar. Una terapia a través del face, o encontrarme un mensaje en positivo, me hacen sentir mejor. Intuir un mensaje ayuda, encontrarte alguno en el teléfono, o de repente en mitad de los silencios. Mis tardes huyen al trote. La de mañana, micro en mano, será de órdago una vez más. Y he quedado con Manolo en la falla para ir haciendo cosas, proyectos, futuro... Futuro.

Me he enganchado a escribir. Estamos con la presentación, ultimando el texto y, de aquí a nada, tendremos que dispararnos para ensayar, una vez más, siendo la locura nuestra mejor compañera. Tengo una agenda espantosa, cargada a cada momento, pero como decía antes: estoy feliz. Someramente feliz, porque por las noches me despierto, velado por el sueño, y me recompongo en mi dormir tras un ligero bacilón nocturno. Ahora mismo me voy a una reunión: quiero limpiar algo de casa antes. Así que, voy a ponerme música, y a pegar un sprint a ver qué consigo reestructurar en mi vida en unos cuarenta minutos...

A veces, cuarenta minutos puede ser más que tiempo suficiente... Os iré contando.

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