viernes, 16 de abril de 2010

EL PLAN DIARIO



A mitad de tarde, cambio el crepúsculo por el fandango de Huelva. La tarde, telefónica, con capítulos de acusados que llegaron después de cerrar la serie. Suena Shakira. Árabe. Ojos así... ¡Ay, ojos! Ojos que me sirven para mirar lo que pasa a mi alrededor aunque a menudo no comprenda muchas de las cosas que capta mi visión...

Las mañanas se hacen eternas en el despacho, largas, tediosas, cargadas pero de muchísimo trabajo. Debe de ser el cambio horario, el cambio calendario: semanas laborales de cuatro días. Ayer, éxito en la tercera edición de Mislata en Obert. Satisfacción por el trabajo en equipo que salió adelante. Ahora, entrega de un cheque solidario. Al rato, falla. Luego, Cyrano. Y seguirá el teléfono, lo presiento. No paro nada... Me gusta este plan.

Es viernes, sólo lo sospecho porque llega el fin de semana, incalculado, casi sin esperarlo. Y luego lunes, el primero desde hace semanas que toca trabajar. Y se agradece. Los festivos fuera de fiesta me acaban liando más que otra cosa, la verdad. El fin de semana se presenta bien. La otra noche hablé con Merche, que progresa adecuadamente: me alegro. Hoy hubiera comido en Fosters. Al final me improviso una pechuga BH: seis y medio sobre diez. Voy a salir ya a la calle. A la vida. No estoy cansado. Espectante, por pocas cosas. Y con ganas de empezar a proyectar y a ordenar proyectos... Os los iré contando.

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