martes, 27 de abril de 2010

DESPEDIDAS



Me queda la nostalgia de aquella inocencia que rápido se fue, donde la vida sólo tenía saludos y bienvenidas. Donde no nos tocaba despedirnos,... Hoy, sin embargo, acabo de enterarme de que empieza un adiós. Y me apena... He acostumbrado con los años y con los palos a saber decir adiós. Le he perdido el miedo a las despedidas, aunque me gusten tan poco... Habitualmente, cada vez que paso un buen momento con amigos, tengo la necesidad de, volviendo a casa, y enviarles un postrero mensaje... Algo así como una constancia dejada de que no se acabó, de que aquella fiesta sigue, aquella conversación perdura, aquellas risas no murieron,... Estar presente. Vivos. Por eso, las despedidas no me gustan. Y aunque no las entiendo, he aprendido a tolerarlas un poco mejor. Aunque se me vuelque el alma cuando hay que decir adiós, hasta luego, hasta siempre,...

La vida no nos enseña a despedirnos. Es un camino largo que pasa pronto en el que apenas si podemos prepararnos para saber que un día el camino se acabará, no sé dónde. Y tampoco me voy a poner ahora a filosofar. Desde luego.

Las despedidas no me gustan. Ni las entiendo. Pero tal y como me hago mayor, empiezo a comprender que el camino, antes o después se acaba, y que lo realmente importante es transitarlo en compañía, con la mejor compañía, con una feliz sonrisa y la satisfacción de hacer las cosas bien. A mí no me gustan las despedidas, pero me encanta ir por este camino con vosotros.

Gracias.

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