viernes, 26 de febrero de 2010
QUE PASE EL TIEMPO
Bueno, pues como sospecháis las últimas horas han sido especialmente convulsas. Muy cargadas de conversaciones de teléfono, de mensajes, de dimes, de diretes... Estamos cansados de la semana porque ha sido, en términos generales, una semana distinta y repleta. Ahora, camino de la gala. Y a la espera de que la normalidad que siempre debe imperar vuelva a moderar las realidades que en estos momentos vivimos.
Me gustaría cerrar pronto una conversación pendiente, para reencontrarme con el amigo. Que lo es y lo será. Que fuéramos capaces de aparcar este condenado silencio para reencontrarnos, a ello nos obliga la vida, el camino común por el que siempre hemos venido caminando. Pero entiendo, por más que me quemen las entrañas, que el tiempo tendrá que jugar su papel. Yo, ciertamente, espero que así sea. Que exista el encuentro pronto y sea de nuevo todo paz. Habrá palabra, espero. Habrá gesto. Espero. Y me gustaría. Por el bien propio, el de una amistad que no entiendo cómo se ha truncado de esta manera y por el del entorno que siempre la ha cobijado y dado calor. Que pase el tiempo...
Esta tarde he hecho una pausa en esta semana. Me he ido a El Rall a comer, con Hugo. Mano a mano: arròs a banda. Y nosotros a lo nuestro. ¡Uf, qué alivio hablarnos por momentos de mil y una cosa que nos rondan la cabeza! Hemos comido como señores - que siempre es una frase que me llamó poderosamente la atención -. He recordado los domingos con Carlos y se lo he dicho. Tengo que llamarle. Me pongo colonia y le llamo. Pero me da tanta pereza el teléfono, volver a hablar una vez más... Vivo colgado de él.
Luego nos hemos ido a comprar. Yo unos zapatos. Y me he regresado a casa. A la espera de que pase el tiempo... Un niño con zapatos nuevos.
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