martes, 16 de febrero de 2010

CAMINAR SOLO



Ángeles me dijo que escribiera. Y escribo... No de una manera acelerada, desde luego. Y de la peor manera: sin releer. Tiempo habrá de redescubrir las líneas que se tiñeron de negro...

El parte advierte que la semana será gris. Lo dicen en las previsiones y el cielo lo cumple a rajatabla. Empiezo la semana con reuniones de trabajo y disperso entre las tareas de mi agenda, poniendo al día todo lo que tengo que hacer. Y es bastante. Pero no me ahoga... He tenido varias reuniones al día hasta que me voy a comer. He quedado con Miguel en un japonés. Hemos comido mucho y con ciertas ansias, hasta que nos hemos saciado. Aunque no lo piense que raro es pararse ahora a comprobar que comemos cuanto queremos y pagamos por ello. Hay gente que no puede, mucha. Os parecerá un pensamiento extraño, pero me sacude ahora, mientras suena la tele, con la calefacción puesta, escribo en mi ordenador y todavía recuerdo el sabor de la tortilla francesa que me he cenado y el café bombón... Deberíamos de pensarlo más a menudo. Aquellas fortunas aburguesadas que tenemos y que no valoramos casi nunca. Y casi nada...

La comida la hemos alargado suficiente. Hemos hablado de todo. Casi olvidé que es martes. Ando perdido con los días esta semana, quizá porque todos los días me parecen grises. Aunque yo les intente poner una sonrisa. Recojo unos pantalones y regreso a Mislata en metro. Voy al ayuntamiento, olvidé mi móvil sobre la mesa del trabajo. Vuelvo a casa. Hablo por teléfono, veo la tele y arreglo un poco la casa. Chateo con Piru, me mensajeo con Lázaro, preparo el programa de mañana sin recordar que es miércoles apenas... Descubro que mis canciones son las de Inma y al revés... Y escribo, como me dijo Ángeles.

De repente, una extraña sensación: los zapatos nuevos. Y un reto. ¿Estoy preparado para caminar? Para caminar solo...

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