jueves, 11 de febrero de 2010

EL MUNDANAL RUIDO


Me encuentro al final de la tarde con el claro de Luna de Debussy... Lento peregrinaje. Y sientes verla redonda y llena caer sobre el mar. El tintineo constante de un piano, que te devuelve a la memoria aquella amiga que sabía tocarlo, aquella adolescencia perdida, aquellos años lejanos en los que las cosas que nos pasaban eran las más importantes de toda la vida y, ahora, desde la lejanía con que mata la madurez, parecen absurdas o simplemente olvidadas. Intento escribir, diestro, rápido en el ordenador. Intento que mi hoja de hoy tarde en caer lo que dura la pieza de piano, que suena, por encima de la televisión y acompañando el móvil que recibe el mensaje de la tarde, de la fría tarde de febrero en la que deberíamos empezar de nuevo... Llegan las sorpresas, los deseos, los miedos, los temores... La pieza repica sobre las teclas del piano con una dulzura sorprendente. Y poco a poco, crece la intensidad de la melodía y se enmudece la tele, y el ruido mundanal, y el frío parece cesar, si no fuera por los pies helados que hielan aún más el alma. Mis labios entrecortados se encuentran el uno con el otro y siento esa música caer por encima, regándome como si fuera un rocío constante, una lluvia de pétalos ingráviles, que no cesa, que no para... Suena de nuevo el móvil. Llaman. Pero no pienso abortar mi escritura. Ya llega el final. Lo presiento... Y renueva su sonido hasta que, lento peregrinaje, las notas se reparten alargándose y quedando postergadas en una melodía que no quiere acabar... Imagino esa luna, sobre todo. Y suena de nuevo el teléfono... Espero a que acabe el piano. Intuyo que llega... Y renueva su grácil sonsonete, que crece de nuevo y se hace mayor, y me devuelve a aquellos tiempos pasados que lejos quedan y casi olvidados... De vez en cuando, la memoria nos devuelve el espejo de lo que fuimos y de lo que creímos ser. Pero es, al final, tan sólo un recuerdo lejano de lo que realmente nos fue pasando, nos fue ocurriendo, por aquel entonces en el que todo, absolutamente todo, nos fascinaba y nos parecía lo más vital...

El piano ha cesado. Repica finalmente y se pierde el sonido entre el frío. La tele, vuelve a ocuparlo todo... Y el mundanal ruido.

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