domingo, 22 de marzo de 2020
DIARIO DE UNA CATARSIS. Capítulo 9.
DIARIO DE UNA CATARSIS. Capítulo 9.
"Alma y calma"
Pongo un trozo de coca de llanda en el plato. Me pongo ante el ordenador. Me escribe JJ, que desde que anoche ha dejado de ser superfluo, y le digo que voy a escribir. Quedamos para luego. Enciendo spotify con la voluntad de escuchar The Beatles y pienso: "No. Tengo que escuchar la lista que me han ido haciendo en Diario de una catarsis". (Os dejo al final enlace para los que queráis sumar canciones). Y como una obligación escolar la pongo en marcha. Subidón... Todo el mundo manda canciones que alegran... Me encuentro sobre la mesa el mando del equipo de sonido. La oscuridad constante de esta mesa no me había dejado ver que el mando rebosa un polvo blanco. "Se habrá fastidiado una pila" pienso. E intento quitar la tapa para resolver el entuerto, pero no puedo. Una voz tímida le dice a mi cabeza "Pues déjalo, si aún no has de cambiar las pilas, ya lo resolverás. Cuando tengas que hacerlo ya lo harás...". Mi calma. Pero enseguida toma más fuerza mi otra voz, la que tiene acento aragonés, y me dice: "Busca un cuchillo y ábrela". Mi alma. Y así estoy, como Jekyll and Hyde.
A ratos dejando el móvil sobre un trapo de cocina que no recuerdo cómo llegó a la mesa oscura y a ratos tomándolo entre manos y obligando a la tapa cuya resistencia es superior a la que yo le tengo al chándal... Si estuviera aquí mi padre ya estaría arreglado, también lo pienso. Es domingo. Era soleado domingo. Anoche me acosté entre las gotas de lluvia y mis demonios a la deriva. Emprendí por fin "Patria" y leí algo mientras sentía la humedad tatuarse en mi cadera. Me tapé bien y cerré el sábado. Un sábado distinto. Tengo una laguna que no logro completar desde que acabé de comer hasta que decidí hacer una siesta. El problema de estos días que no lo son es perder el ritmo o el tono.
Por la mañana limpié la cocina y preparé un cocido mientras tomaba el vermut con Acosta y Ana, Vicente y Amparo, Virginia e Isra, Ramon y Beatriz, Bárbara y Miguel,... Fueron mi alegría del momento. Ellos y un vino blanco. Pero comí y desapareció mi tarde. No sé cómo. Prometo que sigo revisando minuto a minuto y no recuerdo qué hice. Me preocupa. No por el olvido, sino por la capacidad de olvidar... El encierro involuntario va mezclando días y horas. Ayer quise saber qué día era sin mirarlo en ningún aparato y tuve que recordar que el uno de marzo había sido domingo y contar de siete en siete... Hubo un día que dejamos de usar la cabeza y así nos va... [Disculpadme. Estoy disperso. Lola puso "Libre" en la lista y suena más bonita que nunca...].
Me desperté de la siesta sobresaltado. Un avión caía al mar... No había dormido ni diez minutos y el malestar me sacó de mi pesadilla. Como esta mañana: madrugué y decidí dormir algo más. El sueño final destapó otros miedos. La cabeza siempre rebusca. Y si le dejamos, encuentra. Yo hay cosas de mi vida que tengo muy medidas: sé que encuentro los detalles que vi pero no fui consciente cuando cuento las cosas. Me destapo escribiendo y eso me cubre con un manto que pone alma a mi calma y calma a mi alma. Y en mis sueños, vuelan los deseos y los miedos... Así que, cuando despierto, escribo whatsapps, leo otros y me convenzo: solo tú sabes vencer tus temores. Gánales. [Me preocupa más ahora el mando del equipo de distancia. Está arrogante mirándome desde el trapo de cocina que nadie sabe cómo llegó hasta aquí, pienso mientras escribo: "Qué bonito huele hoy el ramito de violetas que me envió Miguel..."].
¡Ay de los temores! Nos frenan irrefrenablemente. Nos cautivan y nos encierran. Y conviven siempre con nosotros en ese silencio tenso que hace temer. Estos días en casa no han venido. Han respetado el Estado de Alarma y han mantenido la prudencial distancia del metro y medio que tanto nos está enseñando.. Este encierro que ha venido a sacudirnos. Que mata a ricos y a pobres. Que nos mantiene alejados aún cuando no queremos. Que nos devuelve el valor de un abrazo y el precio de unos ojos que te miran... Este encierro para la catarsis. Ayer recibí una mala noticia. Se ha ido una persona buena. Y no podremos despedirla... hay cosas que duelen más que otras. Es domingo. Era domingo soleado. Ángeles me escribe: "Desactívate". Tampoco tengo la sensación de haber hecho mucho... ¡De hecho hasta pierdo horas que no recuerdo! Veo "El cuento de la criada", paro películas porque se me hacen largas antes de empezar, os leo por aquí y cocino o limpio en pequeñas medidas. Yo que siempre he sido tan excesivo... Y me concentro en este silencio que dejé sin música para escucharlo... Y me dice muchas cosas a la vez. Ángeles vuelve a la carga: "Y hoy, ¿Qué tal?". "Escribiendo" le respondo. "Genial, sigue". Y manda un emoticono con un beso. Yo creo que los emoticonos nunca tuvieron tanto valor como estos días... A Susi su hermano le ha regalado un poema. Y ella me lo envía a mí: Benedetti, "Defensa de la alegría". No sabe ella cuánto me gusta a mí, el poema y que me lo envíe... Domingo...
"Y hoy, ¿Qué tal?" Me pregunta Angelita. Y me sorprendo a mí mismo... Por primera vez en años no he planificado nada y me dejaré llevar... Por fin. Por fin mi alma y mi calma pasean de la mano...
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