jueves, 19 de marzo de 2020

DIARIO DE UNA CATARSIS. Capítulo 6.





DIARIO DE UNA CATARSIS. Capítulo 6.
"Caravana"
La gente empieza a correr hacia detrás cuando la llama lo inunda todo... El fuego acartona la cara y los ojos notan arder las lágrimas que no llegan a salir. La noche lo envuelve todo y lo protege con un manto oscuro, triste. Y abajo, el caos de los últimos días se evapora entre recuerdos y esperanzas. Las fallas son la única anarquía organizada del mundo. El fuego, nuestro baile inevitable...
He tenido que mirar el número del capítulo de ayer para escribir hoy. Señal de que los días se amontonan y las horas se acumulan. He apagado el móvil porque se me apoderaron anoche tantas horas de pantalla y he decidido que este tiempo libre, me lo tenía que dedicar... A mis pensamientos y a mí. Suena imponente María Callas. La cabeza siempre me ha parecido curiosa y elige canciones, cuando no las elige el alma: "O mio bambino caro". Si no tenéis nada más que hacer ahora, probad. Apagad el móvil y cerrad los ojos, dejadla que suene en casa... Alta y frágil. Y decidme si no tenemos mil cosas bellas cada día que pasan tan desapercibidas que casi ni las mereceríamos...
La noche de la plantà siempre ha sido mi favorita. La segunda, seguro, el momento en que mi mano acompaña a la de la Fallera Mayor para encender la traca. Y con ese ritmo de vértigo sin destino, la mecha recorre el trabajo, el cansancio, las peleas y las alegrías, las emociones, las lágrimas, los sueños, los deseos, las decepciones, las promesas y los juramentos. Las cosas que nunca pasaron y las palabras que nunca dije. Mis arrepentimientos. Todo. Para convertir todo en nada... ¡Bendito fuego!
De niño soñaba en casa con hacer y quemar mis fallas. Las dibujaba y construía en cartón, con mi vecino Igualada, y los empujones de mi padre que me tapaba de los gritos con que mi hermana y mi madre nos intentaban convencer de que no, de que en la terraza no se podía disparar una mascletà. Pero la prendíamos... Y explota. Y yo era el niño feliz que soñaba con hacer sus fallas...
Llegué a Noscarmientas con una libreta y un boli. Escribía para una revista desaparecida un artículo, David contra Goliat, donde oponía la artesana falla de mis amigas (Laura y Ana Cuesta) a la potencia descomunal de Armiñana y su Nou Campanar. Y al abrir la puerta descubrí un ejército de ninots, con bolas de corcho por cabeza, trajes de tela y palos por esqueleto. Clavaban un Pinocho (tu Pinocho, Susi) en el taller y sorteaban botes de pintura, brochas y maderas, clavos y tableros... Todos, todo, con una sonrisa en la cara...
Cuando vas colocando la traca alrededor de la falla te vas despidiendo lentamente de todo lo que pasó. Es como la eucaristía de un torero ante su altar, que se santigua milimétricamente, encomendando su faena a la Virgen que le ha de proteger. El cansancio se disuelve y cae por los suelos y deja el cuerpo relajado, más ágil que los últimos días... y el rostro se pone serio. Y el alma se pone triste.
Cada cremà, cada año, ha sido distinta. Las mías disparan una sonrisa en la boca y abren mi mirada que lo quiere grabar todo. Enamorado del fuego, las llamas danzan a velocidad más calmada, devorándolo todo. Y yo, ante el fuego, solo quiero silencio y algún abrazo amigo. No me gusta la soledad en la cremà, porque como todo, en esta Fiesta que no siempre defendimos como tocaba, de nada vale hacer solo...
Cuando Lucía prendió su fallita yo no tenía consuelo. Había comenzado a llorar al mediodía en el balcón, tras la mascletà. Vaello, no sé si lo recordará, vino a darme consuelo. Pero yo me fui, llorando por Cádiz, la calle eterna... Y llegué a la falla. Sonó "Caravana", mi pieza favorita de siempre, y todo fue emoción y llanto...
[Paro. Releo. Y me atrevo. Ya suena "Caravana" en mi casa...]
¿Qué os decía? ¡Ah, sí! Cuando Lucía prendió su fallita, yo no tenía consuelo. Aquella noche, aquella noche entendí por qué merecía la pena todo esto...
Las tardes de San José son especiales hasta cuando llueve. Desde hace unos años es la única comida con mesa presidencial, como un ritual de despedida. Y la tarde, se dispara en risas y disfraces. Paseamos por el barrio. Nos reímos con Cádiz - Denia, que siempre esperan y donde siempre me sonríe Ángel de nuevo; con San Valero, que hemos ido a buscarles a casa en más de una ocasión por haberse ido al descanso mi cordobesa y mi Santiago... A la comunión con Clero. Sé perfectamente cómo es el tacto de los abrazos con el polar de Javier y cómo suena "amigo" cuando me lo dice Noelia... Aquél San José, Javi, aquél San José...
Fueron a decirle a mi madre que yo lloraba en la calle. Se asustó al pensar que algo pasaba y preguntó: "¿Qué ha pasado?". "Está abrazado a Javi y están llorando" le dijeron... Y mi madre no se levantó de la silla y dijo: "Dejadles, dejadles que lloren...". Y lloramos...
De repente la plaza es una bola inmensa de fuego. Algunos nos resistimos a alejarnos. Y entre velamos los ojos pensando que así la llama quemará menos. Todo arde. Lo malo y lo bueno... convirtiendo en dogma aquella creencia de que, del fuego, todo sale purificado. Y luego baja la intensidad, todo se hace negro, y parece que el frío lo envuelve todo dejando que la tristeza caiga a plomo desde el cielo... Han sido muchos días empujándola afuera, con carcasas y con truenos, pero cuando el fuego se lleva todo, todo lo que fue nuestro, ella cae de nuevo, vertiginosa contra el suelo...
"¡Chicos, estas vallas hay que llevarlas al casal" grito, como si ya no tuviera recuerdos. Y un río de polares rojos repasa Cura Femenía para cerrarlo todo. Nos sentamos, en silencio, sin ganas ni fuerzas, sin consuelo, en las sillas alrededor de las cajas y las neveras. Brindamos y Susi nos da cenizas. Yo le doy dos besos. Hablan y hablamos... Y hay quien se acerca y te da la enhorabuena. Y quien te da un abrazo... "Ya avisaréis cuando es la Junta" dicen otros... Ellos no saben que, entonces, muerto, yo aún vuelo...
Y se vacía el casal: "Llevaros estos bocadillos, que es una pena". "Qué bonito ha sido todo". "Qué bien ha ardido"... Y yo, solito solo, vuelo...
Hacemos tiempo unos cuantos esperando que Clero queme su falla. Veo arder Tomasos y oigo en el cielo mil truenos. Sin tormenta, el humo tapa las estrellas. Los bomberos han llegado. Veo a Javi y a su fallera cruzar hasta la esquina que hay frente a la Iglesia de San Valero, prenden la mecha y todo es fuego... Me voy al casal. Nunca me despido de ellos cuando todo arde. Les pertenecen las llamas solo a ellos...
Y en el casal solo hay silencio. Entramos, nos sentamos, intentamos alargar la noche y nos recogemos...
Vuelvo a casa en silencio... Algo se movió por dentro... Y sí. Pienso al año que viene cómo será el remate, si se podrá visitar por dentro, cómo serán los ninots y... y si podremos hacer algo nuevo.
Ahora son olor a humo y perennes recuerdos el trabajo, el cansancio, las peleas y las alegrías, las emociones, las lágrimas, los sueños, los deseos, las decepciones, las promesas y los juramentos. Las cosas que nunca pasaron y las palabras que nunca dije. Mis arrepentimientos. Todo. Todo que ya es nada... ¡Bendito fuego!

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