miércoles, 18 de marzo de 2020

DIARIO DE UNA CATARSIS. Capítulo 5.


DIARIO DE UNA CATARSIS. Capítulo 5.
"La primera vez"

Cuando te lanzas al mar, un golpe sacude los oídos, te desnortas por mil nanosegundos y el sonido cae hueco alrededor dejando que solo los ojos contemplen la profundidad de lo que te rodea, casi pensando que nada es real. Así, así me siento yo cada vez que cruzo el arco de la Barchilla...

Me ha despertado el teléfono: el repartidor de Seur tenía que darme un paquete de Vodafone que yo no he pedido. No traslado la conversación con él porque es más digna de Martes y Trece que de este diario, pero reconozco que he reconducido el mal humor a la sonrisa. No nos queda otra. No debe quedarnos otra. JJ madruga al otro lado del whatsapp: "Café? PC?" escribe. "Hoy sí que es jodido... ofrenda". Y no dice nada que yo no supiera ayer, pero leído duele más...

Mi sobrina dijo mi nombre, siendo bebé, por primera vez, la primera vez que mi hermana la vistió para la Ofrenda. "Saime" dijo y sonrió. Y el mundo se paró como cuando te lanzas al mar... Hoy tendría que salir volado del casal para llegar al balcón, cogería el micrófono con la mano dormida e intentaría con los últimos hilos de voz retransmitir el disparo de "Vulcano" que se adivinaba apocalíptico. Iría vestido de valenciano. Llevaría el jupetí rojo que me regaló Ángeles y me cosió Miguel. (Ayer lo ví en sus redes y me pareció tan bonito que ni me parecía mío... pero lo es). Y saldría raudo, esquivando gentes bajo el sol, en Marqués de Sotelo y en la plaza de toros. Daría tiempo a saludar a alguien en Castellón - Segorbe y el semáforo de Gran Vía me parecería eterno, como cruzar Cádiz. Ya lo dije: "¡Qué larga se hace esa calle cuando la andas solo!". Sin parar revisaría quién anda a las puertas de Cádiz - Denia, para gritarnos de lejos, con la sonrisa a la sombra de la rodina. Y me mezclaría en el maremagnum de sillas y mesas de Cura Femenía confiando que la "Operación salida" fuera más rápida que nunca... La imagen de la calle, tan estrecha y llena de sombra, es un guirigay absoluto. Se mezclan como granos de café turistas y falleros, ramos y mesas, sillas y peinetas... Siempre hay seis o diez que vienen a que les ponga el pañuelo mientras que alguien me ayuda a mí con la faja... En las sillas rematan mantillas a las chicas guapas con cara de alegría y sueño. En la calle, los músicos afinan y las mantas entonan. Y arriba, en los balcones, los turistas graban y el cielo es azul... Mediterráneo puro.

La primera vez que salí en la ofrenda fue con Arantxa. En una cena con MartaMayraRaquel y Teresa, la Bartual me dijo si querría desfilar con ella. "En la Falla Na Jordana desfilamos por parejas..." dijo. Yo moría por hacerlo, pero tantas veces le había dicho que no a la Sabater, que la prudencia me pudo. Aunque es cierto que ella me conoce mucho: "Sal con ella" dijo Teresa. "¿De verdad?" como un niño que le pide permiso a los padres... "¡Pues claro! Yo lo haría". No sé dónde cenamos, pero recuerdo esa conversación como si hubiera sido ayer mismo... y han pasado quince años.

Organizar el tumulto de la ofrenda es quedarse sin voz. Sin fuerzas. Hasta los ramos de flores parecen inquietos. Pero al final se consigue. Se desfila hasta la puerta de la que han de salir las falleras mayores. Hacemos un pasillo inmenso y suena el Valencia más fuerte que la traca. Le daría su ramo a Judit, quien tendría a Alejandro esperando. Y esperaría a que saliese Angelita, con tela de pasodoble. Le daría el ramo y le prestaría mi brazo para cruzar el túnel de aplausos con que sacuden las manos cuando se les escapa la felicidad a raudales... Y caminaríamos, al final de todos, sin ver casi dónde se pierde el estandarte...

La primera vez que me hice un traje fue en Almacenes España, me acompañó Teresa Medrano, que era la confirmación de la buena voluntad de su hija. Enseguida elegimos. Aquél traje, el de la primera vez, también era rojo. Y una tapicería crema, que aún llevo, para el jupetí. Medias y goyesca a juego. Y una faja de seda y malas pasadas... Acudí, principiante y tímido, a la puerta de Jordana buscando a Arantxa antes de que nadie me viera a mi. (Nadie lo cree, pero soy tremendamente más tímido de lo que nadie sospecha). Y allí estaba ella, con esa sonrisa que tiene siempre en los ojos, mantilla puesta, y ramo en mano. Con ella al lado, saludé al mundo entero... Desfilaba con Jordana, la falla que me descubrió tantas madrugadas mi padre. Y lo hacíamos de noche, antes de que Nuria Llopis Borrego, cerrase niña la ofrenda del 17...

Ayer Nuria estaba al otro lado del teléfono. Conectada con Dosalo y conmigo, volvíamos a la radio en un segundo programa de batalla, desde el encierro. Como una especie de radio en clandestinidad... ¡Cuántas vueltas da la vida!

Hoy es más difícil escribir. Hoy el encierro empieza a ser otro. Ayer no hice nada de lo que quería en el orden que me había propuesto. Así que, una vez desatado el caos, solo rodé día abajo. Hablé mucho por whatsapp y en videoconferencias esparcidas a lo largo del día. Desayuné con Mazcuñán y casi ceno con Noelia y con Javier, pero no me gustan las alcachofas. Verles a ellos me dio la vida. Me dormí con Laura y con Diego... Y hubo más. Más llamadas. En una, dos lloraban y yo cenaba. Yo lloraba por dentro y ellos cenaron luego...

La primera vez que desfilé con Noscarmientas fue uno de los últimos años que se vistió Angelita. Desfilamos juntos. Luego desfilé con ella el año pasado y lo haré éste también. Y, en medio, Ana me acompañó el año que Laura fue nuestra Fallera Mayor y estuvo en Corte. El resto, Laura me dejó desfilar con ella... Incluso uno muy especial, que jamás olvidaré porque no íbamos solos... A pocos metros de nuestras falleras mayores. Con ellas, cada año, hago una foto de familia donde cada vez se suma una más... Esa foto tendría que hacerla esta tarde...

Las luces te ciegan al entrar en la Plaza. En el mejor de los casos, escucho el final de las palabras que Josep Garcia Bosch nos dedica al entrar bajo el arco. Y me mantengo en la idea de saber que quiero llorar al pasar ante su manto... Todo el camino, disimulo la emoción con risas, con recuerdos, con momentos... Intento apartarme del llanto, haciendo lo que sé, reír. Y la Paz, que siempre es hermosa, es un camino al cielo... Giro en la Reina entre los aplausos del mundo entero. Y atrás la Fallera Mayor, recibe los "¡Guapa!" más bárbaros que recuerdo... Este año, este año era la primera vez que no desfilaría sola...

Ángeles me lo dijo poco antes del verano: "al año que viene, desfilaremos la Ofrenda juntos". Y yo no dije nada. Porque no acababa de entenderlo... "Si hago la Ofrenda, quiero que sea de tu brazo"...

Cuando entro en la plaza, tengo tanta emoción que nunca lloro. Y allí estás "Mareta", tan bonita... tan hermosa... ¡Tan del cielo! Quisiera que me dejaran allí, que no nos hicieran salir... Pero el camino sigue. Y hay que andarlo... Y te vas. Y te giras. Y le pides. Y le dices. Y le amas. Y le quieres. Y le pides, le pides, le pides... ¡Y le das las gracias! Tantas veces que en silencio te quedas afónico...

Gracias hoy, Mareta, desde este cautiverio.

Ángeles me regaló un cuadro el día del vino de honor, con un trozo de la tela que nos unió más aún si era posible... Tras el marco, con su caligrafía optimista siempre en ascenso me escribió: "Cuando te sientas triste mira este cuadro y recuerda cuando llevabas esta tela puesta. Cuando te sientas abatido mira este cuadro y recuerda que eres Jaime Bronchud. Cuando te sientas solo mira este cuadro y recuerda que te quiero. Cuando te sientas feliz mira este cuadro y recuerda que así me haces sentir a mí siempre. Gracias".

Hoy es la primera vez que leo esta dedicatoria desde el día que me lo regalaste...

Hoy es la primera vez que sueño con desfilar la Paz a tu lado...

Hoy es la primera vez que me ha costado mucho escribir...

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