viernes, 27 de marzo de 2020

DIARIO DE UNA CATARSIS. Capítulo 14.



DIARIO DE UNA CATARSIS. Capítulo 14.
"Bendita locura"

En la limpieza de fotos, anoche, volvió a aparecer el bueno de Paulino, con su espalda corvada y sus cejas en aspiración siempre, y decidí que hoy sería la foto con la que contar algo más... Lo que yo no sabía es que, al despertar, en uno de los cien mil grupos de whatsapps, Sito nos recordaría que hoy es el Día Internacional del Teatro. Carambolas de la vida, el amante de Carmela vino ayer pasada la medianoche a avisarme de algo que yo no recordaba,...

Creo que la primera vez que subí a un escenario fue en el salón parroquial de la Iglesia de Sarrión. La escalera de piedra, con su baranda, accede a una puerta que sube en más escaleras y daba por puerta de madera entrada a un pequeño salón, con pequeño escenario y cortinas y alguna puerta aledaña con alguna sala más pequeña. No sé si es así. Así es como lo recuerdo, treinta años después de haber entrado por última vez. Pero igual no es así... Sí que recuerdo el olor a frío y palomas.

"Pluft, el fantasmita" fue el primer texto teatral que tuve en el colegio. Y luego "La ínsula barataria"... ¡Qué selectiva es la memoria residual! Pero el veneno hizo su efecto tiempo después... Ni siquiera en los sainetes con que subimos al Cultural de Mislata...

Ayer apagué cinco horas seguidas mi móvil, con preocupación no pretendida para Lisarde y Alba. Encendí a las nueve de nuevo porque tenía que cenar con Diego, Elena y Laura. Y hasta las once no pude separarme de él... Hoy creo que volveré a abandonar esta esclavitud absoluta, con permiso de ustedes.

Hace catorce días que todo comenzó...Y aquellos nervios ante lo desconocido me parecen viejos e infantiles. Anoche lo oí en un audio que me dejó tocado, donde mi querido Rafa Martí le puso voz al primer capítulo de este Diario, un favor personal reconvertido en regalo absoluto que deberíais de escuchar... Calculo que ni él - a quien casé sobre un escenario hace ya unos años - ni yo tampoco pensamos que así comenzábamos ayer a celebrar juntos el día de lo nuestro... Cuando todo comenzó, aunque lo haya olvidado, escribí; "Ahora más que nunca tenemos una oportunidad... ojalá no la desaprovechemos...". Paro. Pienso. Repienso. "¿Estamos aprovechándola?"... Yo, creo, que necesitaría aprovecharla más...

"Han hecho ustedes una de las mejores versiones de Carmela que yo haya visto en mi vida. Y las he visto casi todas". Aquél señor mayor venía a saludarnos después de una Sala Ruzafa medio vacía - me ha podido el pesimismo que no uso nunca - donde por primera vez repetimos obra. Yo jamás he repetido una hasta que llegó "¡Ay, Carmela!", aquél empeño mío que Ángeles aceptó y que mi madre presintió como despedida en un escenario. Recuerdo los aplausos atronar en La Rambleta el día del estreno. Y nos abrazamos en medio del escenario, Ángeles y yo, sintiendo más las fuerzas de nuestros brazos que las de las manos que aplaudían... Salimos menos exhaustos que extasiados. Nos abrazó Semi en la oscuridad de la calle y luego el aluvión de la entrada... "Han hecho ustedes una de las mejores versiones de Carmela que yo haya visto en mi vida. Y las he visto casi todas". Y se presentó: "Soy el hermano del autor" Sanchis Sinisterra.

"Te llevarás el Saragüell este año" lo dijo Galiana con más pasión que acierto. Estábamos en El Camerino Ruzafa (no hay restaurante con mayor nombre teatral donde uno se encuentre más como en casa). Galiana y yo no nos llevábamos bien por decisión popular. Ni yo le había hecho, ni él a mí. Pero circulaba por ahí una leyenda oscura de que no nos llevábamos nada, nada bien... Debieron de moverla los mismos que no querían que nos lleváramos. Siempre hay bobos con mucho tiempo libre... La Guerrero me lo había dicho alguna vez. "Si Galiana y tú os conocierais, os llevariais de maravilla". "¡Inma! Es que a mí no me cae mal... Ni mal ni bien. Simplemente no nos conocemos. No hemos hablado más que un par de veces en la vida y ni nos saludamos" le dije en la redacción de la tele antes de grabar uno de nuestros programas... Aquella cena, con otros tantos buenos amigos, fue quizá el momento en que conecté por primera vez con Galiana. En que Carlos, dejó de ser solo el tipo que le empezaba a caer bien a Angelita... ¿Ves? Ángeles sí que tenía una razón para no llevarse bien con él. Probablemente, como ellos tenían su guerra con cuartel, a mí me dejaron en una trinchera sin que me enterase... Y la enemistad de aquél y ésta, fue como siempre fue y será, la enemistad de aquél y ésta y yo. Luego ellos hablaron lo suyo. Que yo no me enteré hasta pasados los años. Y se fueron haciendo amigos y empujándome... Nos habíamos ido ya acercando desde su presidencia en Sevilla. Pero sí, recuerdo mucho aquella cena. Por todos los que estábamos alrededor, que no han dejado de hacerme sonreír el resto de mis días...

¿Sabes cuál es la sensación aquélla de meterte las manos en los bolsillos de los pantalones, quedarte en silencio abriendo las piernas y mirar al frente, todo el patio de butacas vacío?

La última vez que me enfrenté, estaba la Bermell en una butaca... Me acerqué a ella. Le dí dos besos. Hablamos. Y jamás pensé que venía a despedirse...

La luz del espejo ciega los nervios. Los gritos que vienen y van, desesperan. Con una fuerza inusual, golpeas la base de maquillaje sobre toda la cara. Y pronto el rostro se reconfigura y saca de ti lo que no sabías que existe...

Alberto nació en Ibiza, entre calas y soles, a la vera de las toallas de Juan y Jose (Y nos hemos prometido volver). El "Él" sin nombre de "La Solució" me dejó tres meses con la mano dormida... Fui "El lladre" que aventó las cenizas de un muerto por el aire en silencio... Y pasé meses frente a un espejo para ser la mitad de bueno que es el bueno de Paulino... ¡Qué de bueno tonto! Como yo algunas veces... Yo vi a Carol y Ángeles vencerse la una a la otra en un escenario. Bueno, yo no, Jordi, que se tumbó en un parque con Sergi al caer la noche... Y deshice una casa entera sin entrar. Vi la muerte de cerca y no le miré a los ojos porque yo era su mirada... Y enluté ocho años por la vara severa de Bernarda Alba. Aquella noche... de nuevo, extasié, por empeño de Ángeles. Subí todas las escaleras del mundo en "Rumors" y me costó la vida cruzar la mirada con Borja y no matarle a risas... Y dimos la campanada, juntos, para risas del teatro más lleno...

"¡Grítame!" le dije a David. Y David gritó... Ese día también sentí que estoy envenenado...

La vida y la muerte. Todo lo que he llegado a ser sin serlo nunca. Todo lo que fingí y lo que el teatro me regaló... a veces más que la misma vida, que es generosa hasta el exceso.

Ese veneno con acento de La Lupe... esa catarsis de tres horas.

Esa bendita locura...

jueves, 26 de marzo de 2020

DIARIO DE UNA CATARSIS. Capítulo 13.



DIARIO DE UNA CATARSIS. Capítulo 13.
"La cuadratura del triángulo"

"Varados frente a la playa de S’Espalmador, la mar mecía el barco de proa a popa. Al virar, cambiaba el incesante vaivén por un balanceo de lado a lado que, al tiempo, nos devolvía al principio una y otra vez. El cielo estaba imposible. Cada una de las estrellas, y eran miles, competían por brillar más que la otra. El infinito, negro, las colgaba delicadamente cayendo sobre una mar que, al golpear contra el casco, provocaba golpes sordos que iban y venían. Las olas, por la noche, siempre suenan mudas, como lejanas. Yo lo aprendí en aquellas noches de soledad. Frente a mí, una delgada línea de arena que difícilmente se adivina grisácea bajo la luz de la luna. Me acurruqué bajo dos mantas dobladas que sujetaban la humedad y desperté mi MP3 con aquella canción de Sabina que cantaba Carlos Varela. Cerré los ojos y me quedé solo con el zarandeo. “Lo que sé del olvido lo aprendí de la luna, lo que sé del pecado lo tuve que buscar…”. Entreabrí los ojos y me encontré con ella, creciente, tendida junto a los luceros de la noche, envuelta en un halo calmante alrededor que hipnotizaba. Recordé otra noche tantos años atrás en aquel desierto de Nubra donde las estrellas parecían caerse sobre nosotros. A cada una de las fugaces pidiéndole un deseo y aquel que no se cumplió con el que pedí salud para ella. La misma luna sedante me contemplaba ahora, tanto tiempo después, ya sin ella. Seguí escuchando la música, con los ojos cerrados, y noté como una lágrima emprendía su camino. Me quedé solo, un buen rato, llorando en la proa de aquella noche. Y me dormí...".

Lo escribí allá por 2017... En un arranque de punto de inflexión, de esos que he querido poner en mi vida, de esos que nunca han acabado por un celo exagerado de confort. Por no abandonar esa zona donde nos quejamos día tras día, toda la bella vida, sin poner remedio... Sin abandonar. Porque estamos mejor quejándonos en la inercia que arriesgando a romper y empezar de nuevo... Yo sé que algún día existirá mi punto de inflexión, quizá ahora ya más cercano... Este encierro obligatorio va por su número maldito. A mí, el trece siempre me dio suerte, desde aquél canal donde empezó toda esta fiesta... Y esta celda por imposición puede ser el resorte necesario.

Ayer me puse a borrar fotos en el ordenador que fue una manera de raspar también, de un bofetón, los demonios que me acecharon por la tarde. Mi intuición, que ayer traje aquí, hizo su papel por la tarde. Y una vez más no falló, aunque viniera con sabor de traición infantil... Traición sospechada. Qué doloroso que te hagan sospechar... Alivié la bilis con Rosa en videoconferencia y poco antes con Mábel... Reímos un buen rato. Ella me contó cien mil cosas con sus subordinadas despistivas donde nunca pierde el aire y yo las escuché con la comodidad de tener frente a mí a mi amiga sin nada más que hacer y como siempre, sin perder el hilo.

Fue en La Malquerida. Una broma sobre una Bellea del foc y la química hizo el resto. Eran los tiempos de Procono donde yo llegué de la mano de Angelita, vía entierro. La suerte que siempre da tantas vueltas siempre ha girado con mayor generosidad al pasar por mi casa. Ellas eran amigas de la vida y me incluyeron en su mesa y en sus días. Y sobre todo en sus noches... Este diario de catarsis daría para contar las más grandes, muerta Rocío. Y no sé si irán saliendo o irán a esas memorias que siempre amenazo escribir. ¡Ustedes no se imaginan todo lo que hemos hecho! Ni idea... Desde entonces Mábel y yo hemos caminado juntos, saliendo y entrando como el Guadiana, pero regresando siempre con un "decíamos ayer" que nunca pronunció Fray Luis de León, pero que deja clara que la distancia nunca ha sido el olvido... ¡Lo vivido ha sido mucho! Lo compartido, más. Porque como somos dos hipérboles del exceso, lo sentido siempre multiplica por siete lo vivido. Y lo repito: lo vivido ha sido mucho...

"Si te sale alguna foto mía, mandamela" me pide. Y lo hago, antes de acostarme. Hoy, al despertar, y cada día despierto antes, la encuentro allí y hasta tengo la sensación de que se ha movido en la foto. Su memoria de niña prodigio desata todas las fechas del momento menos las que ya no recordamos y que saldrán. Y me llamará en unos meses y me dirá: ¡Ribarroja! Y será Ribarroja...

Angelita le ha dedicado su foto del día. ¡Se cuadró el triángulo! Porque la una, a la que confunden con la otra, no sabía que yo ayer tuve mi día malo ni que lo acabé con aquélla... Y se han vuelto a juntar, como hace tantos años, no los recuerdo, y me la juego a la memoria de la Obrer...

La Obrer no lo sabe, pero vino a curarme ayer de mis pensamientos. Pocas saben cómo ella el valor que tienen en mis días y en mis noches la lealtad y la justicia. Por eso, cuando vi quebrada la primera, sus palabras disparadas, conexas y vertiginosas, fueron un bálsamo curado a base de ver como su madre, la señora más elegante que he conocido nunca, contando macarrones...

Borro fotos. Guardo otras. Y se repiten las de aquellos veranos en Ibiza y Formentera, mi isla maldita. Me he quemado tantas veces cuando he ido a sus arenas blancas que tengo mal recuerdo.... Aunque bueno, si lo pienso un poco, experiencias inolvidables también... Y personas, personas increíbles con las que fui haciendo la vida.

He fregado antes de las nueve con Garcia al teléfono. Al colgar me ha sacudido una resaca del dolor de ayer tarde...

Hace tiempo dediqué una entrada en facebook a una persona dando las gracias por tenerla en mi vida. Cuando acabé de escribir, pensé, si algún día nos abandona esta amistad, quizá me arrepienta de todo lo escrito. Y enseguida pensé: "Bueno, hoy la sientes así..". Y sí. La vida nos separó. Cualquier día el recuerdo del facebook me restaura aquella sensación...

Cuando empezó todo este confinamiento pensé que esto, a una mayoría, nos cambiaría para siempre... Cada día que pasa lo pienso menos. Me dicen que sí los que encontramos una oportunidad en esta crisis... Me dicen que no, otros muchos, que esperan salir a la calle para que todo sea como fue...

Escucho "La Danza de las libélulas" que me regaló Enrique en mi playlist, hambrienta de vosotros... Y pienso que hoy era jueves. Que hoy hace sol... Que hoy soñaría ya con Semana Santa en Sarrión como nos habíamos organizado Laura y yo. Que en nada estaría Ibiza (estará). Que Elena nos propone una videoconferencia luego. Calculo que cuando Diego esté despierto... Y pienso si anoche se le hizo tarde. A mí no. Quise acabar el día, que no fue malo. Pero era la oportunidad de empezar uno nuevo... Lo dicho: de la crisis, las veces de su coyuntura.

Cuando descubrí mi foto en la bañera del barco, con sus vaivenes sobre la mar tranquila, recordé el perfil blanco con que se separaba el azul cielo del agua cristalina... Y recordé que en aquel proyecto de novela que una vez me lancé a escribir, relataba una noche de mar con los mismos horizontes... Y limpiando el ordenador de fotos borrosas, descubrí dónde tengo aquel texto... Aunque siempre lo supe a la espera de decidir si seguir su escritura... Y ponerse a ello si es que sí.

Si es que sí...

miércoles, 25 de marzo de 2020

DIARIO DE UNA CATARSIS. Capítulo 12.



DIARIO DE UNA CATARSIS. Capítulo 12.
"El día volado"

Descubro tres aportaciones de Aisha en mi spotify... a cual mejor. La última tan necesaria como oportuna...

Llego más tarde a este encuentro diario y lo hice con toda la intención del mundo, que es mucha intención. Ayer se esfumó mi día como si no hubiera habido nada en él. No hice más ni menos que los últimos días, pero la rutina se hace rutinaria y la inercia de los días de antes también parece acostumbrarse a este tiempo de pandemias y se reconvierte en una inercia de más ausencias... Cociné, limpié, escribí, miré... Cuando me acosté pensé que hoy el escrito estaría más hueco. No más triste. Solo más igual. Tan sin nada como el día volado de ayer...

Pensé que no puedo decir que estoy triste. No lo estoy, de veras. Pero pensé, además, que muchos venís aquí a sonreír o respirar un rato y no sería justo que mi tristeza ganase a vuestra ilusión. También pensé que mis padres leen a diario y les preocuparía si dijera que hay algo de tristeza... Y repito: no estoy triste. Pero, ¿Y si lo estuviera? Yo me he pasado la vida reivindicando las sonrisas de los demás. Muchos de los sopapos que me he llevado han sido precisamente por defender más la felicidad de los demás que la mía propia. Y siempre me prometí ser más egoísta, tantas veces como no lo cumplí... Cada uno valemos para ser como somos. Y yo, soy así. Con mis franquezas y mis debilidades, con mis corazas y mis descorazonadas... Hace ya tiempo que aprendí a quererme.

"Bona nit amic. ¿Qué tal amigo? ¿Cómo ha ido hoy?". El teléfono estaba apagado a cuentas de la Criada, pero respondí pasada la medianoche: "Amigooooo. Bien con menos actividad de la que quisiera. Mañana me voy a poner aunque sea a embalar libros. ¿Tú currando?". Javier siguió trabajando y yo me dormí. Sin leer. Sin encomendarme. Sin cansancio...

Me desperté e hice otra coca de llanda. Hablé con mi jefa por teléfono. Fregué y rematé una cosa de trabajo. Ángeles, que siempre llega a salvar, me envía una foto donde Luis, Jorge y servidor venimos a demostrar qué bien hemos envejecido...

Llegué a la calle de la Paz en un taxi y me encontré frente a la notaría con Jorge, con quien apenas había tomado tres cafés en Juan Llorens y subimos en el ascensor. Venía con su hermano al que conocí en la puerta. Luis no sé si estaba arriba ya o llegó al tiempo. Era el 19 de junio de 2009. Durante el verano anterior, mientras yo me descubría entre Jaipur y Agra, Luis pensó en que montásemos un pub. Lo habíamos ido alargando desde la cena del Gremio del mayo anterior, que acabó entre mesas, barras y hielo. Y un año después, entrando ya en el verano, vino la oportunidad en forma de traspaso. Y allí, esperando al notario, estábamos todos. Y nosotros tres: a Luis había llegado a través de mi querida Gueguel, a Jorge - confianza absoluta - porque el primero me dijo que sería el socio perfecto como calculo que me vendería el propio Luis ante el otro. Y con esa confianza absoluta, lo dicho, nos pusimos a compartir noche y alguna mesa con mantel. Las noches de Cyrano han sido otra vida a parte. Otra vida más. Cargada de buenos recuerdos y de mucha gente con quien compartir vida... Tengo ganas de volver a tomar un Negrita allí. Muy rodeado. Como siempre.

Me he puesto una copa de vino y las canciones saltan de una otra mientras, como una lavadora, centrifugo los pequeños demonios que se desataron desde ayer... En calma. Sí. En paz. Sí. Sin tristeza,sí. Pero intuyendo que esta cabeza busca grietas por las que ponerme a prueba. ¡Y sí, tengo una intuición para muchas cosas que dejan a los sextos sentidos como octavos o novenos! Si mi amiga Cris, de la que me estoy acordando mucho más de lo que ella piensa, leyera esto, diría: "Es verdad. Tiene un sentido de la intuición brutal". ¡La de gentes que nos habríamos ahorrado si le hubiéramos hecho caso a esa intuición! ¡La de dramas que nos hubiéramos quitado de encima con escuchar un poco más a esa voz...! Pero, claro... ¡Todo esto es la vida!. Así que cojo mi copa de vino y brindo por todos esos mediocres que en la vida decidieron defraudarnos, vendernos, matarnos por la espalda y a los que mi intuición siempre quiso lejos... Le prometo, a la intuición, que no solo le escucharé; a partir de hoy, también le haré caso...

Me lo dijo JJ (podías cambiarte el nombre de facebook para no parecer un socorrista de piscina de hotel mallorquín): "Hay que aprovechar este tiempo para trabajar esas cosas...". Me lo escribe en uno de los turnos de whatsapp que tenemos al día, porque como él va a horas, nos escribimos siguiendo sus horas de sueño. Lo haré. Voy a trabajar esto... En lo de mi intuición y lo de mandar a escaparrar a los que mi intuición enviaría...

Llamé a Diego para ver cómo estaba e hice la cena con él. Y cené con él. Y luego con el pequeño Ángel que tenía ganas de vernos, aunque cuando nos conectamos todos dejó de hacernos caso. Cuando colgamos me quedé con un pensamiento. La intuición otra vez...

Me desperté y alargué la mañana en la cama, porque decidí romper hoy la rutina. Laura me llamó porque Jaime quería invitarme a Eurodisney. Me reí un rato con mi crítico de cine favorito. Y quise leer algo más de "Patria", pero la ausencia de sol me sacó de la cama... la falta de sol y mi intuición.

¿Por qué cuándo ella nos dice algo no la escuchamos nunca siendo que nunca nos falla?

13:21 P.m. "Hoy no tenemos artículo tuyo". "Estoy escribiendo ahora.". "Lo echaba en falta, luego lo leo". He salido a ella en la fuerza de intuir. Lo sé.

Laura me dijo hace años que cada uno de nosotros tenemos un superpoder. El mío, probablemente, es la intuición.

martes, 24 de marzo de 2020

DIARIO DE UNA CATARSIS. Capítulo 11.



DIARIO DE UNA CATARSIS. Capítulo 11.
"Plomizo"

Desde que me enamoré de Ibiza dejé de lado aquel rincón y si apenas regresé dos, tres veces a lo sumo. En una de las escapadas finales regresé al lugar del primer romance, Cala Tarida, y quiso la suerte que no pudiéramos aparcar. Dimos una vuelta completa a la plaza que presenta el Club Cala Tarida, que en su día pasó a ser hotel para italianos, y buscando donde aparcar descubrimos, a mano derecha, una calle que primero bajaba y luego subía en esas montañas increíbles con que serpea la isla cuando se acerca al mar. (A mí siempre me gustó decir "la mar", como si fuera un marino absoluto. Pero lo había olvidado ya). Descubrimos en pleno ascenso la pizarra de un restaurante que ofrecía asado y siendo como era hora de comer - en vacaciones como en pandemia siempre es hora de comer - aparcamos y compartimos allí unas bebidas y unos platos. Por un momento sentí que estaba perdiendo horas de isla porque yo siempre he tenido una hiperactividad absoluta, pero soy de la generación donde los niños solo éramos "movidos" y no se nos diagnosticaba nada más. La tarde se fue haciendo gris frente a nosotros y la camarera nos dijo que la piscina que teníamos al lado estaba a nuestra disposición. Y yo, que siempre las he preferido a la arena de la playa, sentí que perderíamos la tarde... Y la perdimos. Recuerdo la piscina inmensa y de qué manera, sus azulejos oscuros reflejaban lo más tenebroso del cielo plomo. Decir plomizo era demasiado obvio. La piscina era profunda y negra, tan distinta a todo, que aquella tarde no iba a ser igual... Salté desde el fondo, por donde cruzaban los pasillos de la urbanización, y buceé hasta que los pulmones tocaron fondo. Salté hacia afuera, y cogiendo todo el impulso que quiso mi cuerpo, agarré el aire que no tenía...

Ayer casi me quedo sin aire. Se empeñó el lunes en serlo y desde primera hora me fue sacudiendo con la intención de asfixiarme. "No sé por qué siempre me pongo en lo peor" le confieso a JJ que anda ya patrullando "siempre colapso con lo mío". "Te pones en lo peor porque siempre que te pasan las cosas, te pasan todas juntas y no de una en una" me calma. Y le digo que sí y que voy a aprovechar esta cuarentena para corregirme... Sigo en mi empeño de que estos días sirvan de verdad para rematar lo que quiero. Recibí un mensaje que me sorprendió, otro que me alertó y un tercero que me convocó a una reunión a la que acudí con guantes y mascarilla. Las calles no estaban desiertas del todo, pero cruzarse media ciudad sin nadie enfrente nunca fue lo habitual. Menos aquí. Como el cielo ya andaba en su plomada - decir plomizo era demasiado obvio - el suelo era gris. Me entretuvo un pequeño dolor de cabeza por ausencia de calles y regresé a casa manteniendo la distancia de seguridad conmigo mismo. Me sorprendió contar más carteles infantiles en los balcones que cartones de "Se vende" y crucé la cola menos inmensa del super por la acera de enfrente, con tentación de no dejar nunca de andar. Llegué a casa, me desnudé y duché de nuevo. Me puse los pantalones y la camiseta que compré el día de la Santa para echar la siesta en casa de Angelita y preparé la comida. ¡Pum! La vitro colapsó. Se llevó por delante el horno y la nevera dejando la cocina sin luz. ¡Bien! Y aparecieron las nubes sombrías de mis propios temores, que son los peores. Quise hacer un drama de mi colapso y llamé al seguro. Les lloré un poco por videoconferencia a Javier (Javi) y le conté a Angelita y Juanjo. Y pensé... "No. No te pongas en lo peor. Ahora vendrá el electricista y lo arreglará". Pero aparecieron como lanceros sin tregua los pensamientos negros: cómo voy a cocinar, qué haré con la nevera tan llena, si por lo menos mi padre pudiera llevárselo a su congelador o casa de mi hermana, pero qué le digo al policía, que se me ha estropeado la nevera... Vamos, que quise montarme un martirio de vértigos borrosos. Y no. Me frené. Todo tiene solución. Todo pasará. Y lo que no tenga solución pues no se solucionará pero la vida no se acabará ahí...

Era yo. Hablándome a mí mismo. Convenciéndome de eso que tantas veces pregono a otros. Siempre estoy al rescate y cualquier cuestión de los demás la toreo con capote y verónicas. Podría conseguir un riñón para quién lo necesite (bien lo sabe Noelia, nunca como aquella noche) pero a veces romperme una uña me para la vida... Por eso, encendí la tele, puse otro capítulo de "El cuento de la criada" y esperé a que Miguel Ángel, el electricista resolviera mis demonios en menos de veinte minutos. "Qué bueno es saber" le dije... Y sonrió. Y sonrío. Cuando cerró la puerta un demonio infantil me dibujó una sonrisa en la cara. ¡Superado! Y se lo fui contando a los que me habían ido sirviendo de paño de lágrimas minutos antes... Luego también cuando recibí el mail que lamentablemente había predicho iba a llegar...

Me dio por hacer limpieza de fotos en el ordenador. Imposible abarcarlas todas, pero aparecieron recuerdos que fui enviando por whatsapp. Y en ellos encontré muchos de los viajes, de las andanzas, de las anécdotas, de lo vivido... Tuve terapia con Arantxa y Angelita antes de ponerme a sacudir los recuerdos. Y hablamos con calma y respetando los tiempos. Les repasé mi día. Y sí, Arantxa reconoció que el lunes quiso echarme un pulso. Pero ayer se lo gané. Hoy lo pienso y me siento mejor... "Hay que aprovechar este encierro para trabajar estas cosas" me dijo Juanjo por la tarde. Y le dije que sí, que estaba convencido. Que la catarsis sería completa... "Hemos venido a jugar Mayra". Cuántas veces habré dicho esta frase...

A las ocho salí a aplaudirle.

Ángeles y yo nos conocimos cuando después de dos años de ensayar con su hermana "Los ochenta son nuestros" de Ana Diosdado fuimos a representarla por única vez al teatro de La Misericordia, nombre fetén para la representación que hicimos... Si existe en la historia un amor a primera vista fue el nuestro. Pronto, Arantxa pasó a ser la hermana de Angelita. Y desde entonces venimos caminando la vida entera... No recuerdo haber reñido nunca con ella, de dejarnos de hablar, de abandonarnos, de olvidarnos... ¡Nunca! Yo le he reñido a ella. Ella ha cambiado sus cejas a Estado de Alarma en alguna ocasión. Pero nunca nos hemos abandonado porque sabemos que, cada uno como es, ¡Y somos tan distintos!, somos perfectos para equilibrar al otro... ¡Y todo lo que hemos pasado! Por eso, cuando Ángeles me envió el "Saludo Real" del que habíamos hablado días antes solo pude reír. Y aplaudirle en soledad. Yo le convencí de una cosa, porque ella se dejó convencer. Pero veo siempre cosas que ella no y ella me enseña las que yo no veo... Y como dijo Juanjo: "Hay que aprovechar este encierro para trabajar estas cosas". Que las trabajaré. Pero se me amontona la faena...

Colgué el vídeo en mi facebook y disfruté viendo como el mundo reconocía lo que yo siempre he visto en Ángeles: ser una fuera de serie está a la altura de pocas personas... Tenerla al lado, de unos pocos privilegiados... Yo uno. Uno en mayúsculas.

Por eso, cuando salté a coger aire, desde el oscuro agua, ella estaba al otro lado del objetivo, firme pulso, para cazar la foto del instante decisivo. Cada vez que he tenido que cogerlo, ella ha estado al otro lado... ¡Y eso lo hace todo distinto! Hasta cuando el cielo, egoísta absoluto, está a sus cosas tan pendiente de lancear las mías...

Sí. Recuerdo ese salto. El cielo estaba plomizo. Ver menos

lunes, 23 de marzo de 2020

DIARIO DE UNA CATARSIS. Capítulo 10.


DIARIO DE UNA CATARSIS. Capítulo 10.
"Goteras"

 Los números redondos se celebran como los cumpleaños, los aniversarios, las fechas señaladas, las despedidas... Hoy el diario cumple diez capítulos; mucho más de lo que nunca pensé, porque nunca pensé por dónde andaría esto... Animan vuestros ánimos a diario y sigo. Seguimos. Suena en casa, "Bohemian Rhapsody". La agregó Alberto a la lista del Spotify. Y lo primero que pienso es que hay que ser muy generoso para regalar una canción así. Y lo segundo, en Hugo y nuestra adolescencia a golpe de Mercury... Luego en Teresa y Jorge. Pero lo primero, sin dudarlo, en Hugo y nuestra vida siempre compartida en distancias sin olvidos. Y si pienso un poco más en Acosta y dos butacas de cine... Por un momento ha dejado de llover. Lleva lloviendo desde anoche. Me gustaría decir que estuve escuchando la lluvia todas las horas o que la tormenta me quitó los sueños. Pero no ha habido tormenta. Solo un grifo abierto toda la noche que no escuché bajo mi nórdico y mis ensoñaciones. Hubo una época en que el solo sonido de la lluvia me rompía por dentro. Me condenaba. Fue una época negra donde las goteras que aparecían en mi casa eran el espejo de los agujeros que tenía mi alma. No lo pasé bien. Fueron unos días, ahora tan lejanos, que me costaba abrir una puerta o cerrar una conversación. Y la lluvia, siempre presente, se colaba en mi casa haciendo que mi dolor silenciado rasgase por entero mis días y mis noches, tan llenas de insomnio. Fue un momento muy duro de mi vida, que superé conmigo y con mi gente. Y me pongo primero no por mala educación, sino porque para salir de los hoyos, uno debe de ser el primero que tenga voluntad... Me reconcilié al tiempo con la lluvia. Incluso hace poco, pasados los años, me descubrí en casa celebrando el tintineo del agua caer. Anoche, al llover, "Patria" en mano, volví a pensar en su sonido. Yo era capaz de separar el sonido de la calle de las goteras que escondía mi talla con tal obsesión que hubiera acertado con un alfiler para que el agua cayese del todo... Fue una época muy oscura. Muy negra. Muy triste. Muy solitaria. Muy vacía... Que me empeñaré siempre en no volver a repetir. Por eso, hace poco, cuando sentí que el agua de nuevo podría venir a sacudirme por dentro, construí mi propio dique de contención y me negué a que una vez más las goteras me rasgaran de arriba abajo... Escribirlo hoy, desnudarme aquí, me reconforta. Lo conseguí. Aunque siempre exista el temor de volverlas a escuchar... [Ahora incluyo las "Habaneras de Cadiz" de Carlos Cano en la lista... para quien quiera escuchar. Y al escucharle recuerdo mis noches de La Habana, madrugando en el Malecón]. Ayer logré mantener el móvil apagado cuatro horas por la tarde y desde las diez de la noche. En su lugar, metí una siesta de dos horas (caí sobre el sofá con la intención de clavarlo en el suelo), algo de lectura y dos capítulos más de "El cuento de la criada". Ayer sentí que hice de mi domingo un domingo de los que hace muchos años que no tenía. Y por primera vez no me sentí culpable de no haber hecho gran cosa por los demás. Hay tanta actividad en mi vida, mi vida la de antes de la Pandemia, que cuando pasan las horas y no produzco me sacude una culpabilidad injusta que ayer no tuve. Catarsis... Por la mañana repetimos videoconferencia el equipo menorquín, y al vino blanco añadí unas patatas bravas que cociné por envidia a Acosta. Bajé la basura. Cambio mis zapatos. Envuelvo mi mano en una bolsa de plástico y cruzo la calle vacía, como si una bomba nuclear lo hubiera disparado todo. No hay personas a la diestra ni coches a la siniestra. Y al cruzar la calle recuerdo aquella salida de Delhi doce años atrás... "...A las tres de la madrugada nos levantamos, recogemos las maletas y nos trasladamos al aeropuerto de Delhi. La sensación es como estar huyendo de una guerra a mitad noche, como si cruzásemos Palestina a toda velocidad para evitar las bombas. El taxi arde sobre la autopista mientras esquiva los camiones. El calor es sofocante a primera hora del día. Y nosotros huimos despavoridos para coger el último avión que saldrá antes de que todo explote. Llegamos al aeropuerto, embarcamos a Leh (Laddach) y aterrizamos en un escenario dantesco de montañas interminables y ninguna vegetación. Suena Ray Charles. Georgia on my mind, mi canción. Y tomamos suelo. Al aterrizar estamos rodeados de militares que no permiten fotografiar ni grabar en vídeo. Armados te arrinconan hacia los autobuses para que llegues a la terminal, donde rellenas los impresos que te permiten como extranjero entrar en el Himalaya Occidental. No hace falta que os diga que me parece la experiencia, ¿verdad? Estamos viviendo a tope cada segundo, porque cada segundo que pierdas es un mundo. Esto es impresionante. Nos albergamos con una familia laddakhi, en su casa, una construcción típica tibetana desde la que se otea un horizonte impresionante. Todo esta aventura lo esta siendo: Impresionante. Al despertar de la siesta, hemos intentado aclimatarnos a la altura (es una condición dura, la verdad) y hemos aprovechado para visitar templos y monasterio. No puedo explicaros cómo ha sido... Por que os hagáis una idea: me enciendo un cigarro a cuatro mil metros de altura, de pie, sobre la nada, en un risco al que lleva un estrecho sendero por el que apenas caben los dos pies juntos. Atardece tras las extensas montañas del Himalaya, la luna lo cubre todo y las mezquitas de Leh llaman por los altavoces, desde abajo, a los fieles para que acudan a rezar. Es la puerta del Tibet. Un remanso de paz..." Lo releo. Y lo revivo hoy. Creo que en la India comencé a ser más yo. A superar miedos y a perder el vértigo que daban las goteras... Desde entonces me he medido cada evolución, cada sentimiento. Las he contado públicamente y he encontrado en escribir una terapia que hasta hoy siempre había sido más mía que compartida. Sin embargo, le encuentro ya el sabor a estas horas de escritura. Muchos me decís que ya venís a buscarlas. Yo, ya vengo a buscaros. A ver qué decís. Que sentís. Porque como le escribía a mi querido Rafa Martí, actor y voz, veis cosas que yo no alcanzo... En este repaso encontré ayer algo que me maravilló. El grito callado de Luz (¡Qué guapa eres jodida!) y el auxilio de Pepa, ofreciéndose a ayudarla en lo que necesitará... Me recordó a aquella infancia de patio de luces donde mi madre y Maruja se prestaban ayuda de ventana a ventana. Y pensé que esta pandemia nos está devolviendo a muchos mucha de la esencia perdida... A otros no, desde luego. A otros les condenará más aún. Pero ya lo dije antes, para salir de los hoyos, cuando suenan las goteras, los primeros que deben querer son los que han de salir... Me enterneció mucho el cruce de ayuda entre las dos. Como leer a mi padre decir que me lee cada día. "¿Qué haces?" me preguntó el bueno de Diego. "Nada, me he emocionado en casa... una chorrada". "No será una tontería cuando te ha emocionado" me corrige. "Pues tienes razón, Diego. Que hoy todavía no me había emocionado...". Y siguió el domingo. Con unas lágrimas que se fueron a la mar... bajo la lluvia. Antes, antes esas lágrimas eran goteras del alma...

domingo, 22 de marzo de 2020

DIARIO DE UNA CATARSIS. Capítulo 9.



DIARIO DE UNA CATARSIS. Capítulo 9.
"Alma y calma"

 Pongo un trozo de coca de llanda en el plato. Me pongo ante el ordenador. Me escribe JJ, que desde que anoche ha dejado de ser superfluo, y le digo que voy a escribir. Quedamos para luego. Enciendo spotify con la voluntad de escuchar The Beatles y pienso: "No. Tengo que escuchar la lista que me han ido haciendo en Diario de una catarsis". (Os dejo al final enlace para los que queráis sumar canciones). Y como una obligación escolar la pongo en marcha. Subidón... Todo el mundo manda canciones que alegran... Me encuentro sobre la mesa el mando del equipo de sonido. La oscuridad constante de esta mesa no me había dejado ver que el mando rebosa un polvo blanco. "Se habrá fastidiado una pila" pienso. E intento quitar la tapa para resolver el entuerto, pero no puedo. Una voz tímida le dice a mi cabeza "Pues déjalo, si aún no has de cambiar las pilas, ya lo resolverás. Cuando tengas que hacerlo ya lo harás...". Mi calma. Pero enseguida toma más fuerza mi otra voz, la que tiene acento aragonés, y me dice: "Busca un cuchillo y ábrela". Mi alma. Y así estoy, como Jekyll and Hyde.

A ratos dejando el móvil sobre un trapo de cocina que no recuerdo cómo llegó a la mesa oscura y a ratos tomándolo entre manos y obligando a la tapa cuya resistencia es superior a la que yo le tengo al chándal... Si estuviera aquí mi padre ya estaría arreglado, también lo pienso. Es domingo. Era soleado domingo. Anoche me acosté entre las gotas de lluvia y mis demonios a la deriva. Emprendí por fin "Patria" y leí algo mientras sentía la humedad tatuarse en mi cadera. Me tapé bien y cerré el sábado. Un sábado distinto. Tengo una laguna que no logro completar desde que acabé de comer hasta que decidí hacer una siesta. El problema de estos días que no lo son es perder el ritmo o el tono.

Por la mañana limpié la cocina y preparé un cocido mientras tomaba el vermut con Acosta y Ana, Vicente y Amparo, Virginia e Isra, Ramon y Beatriz, Bárbara y Miguel,... Fueron mi alegría del momento. Ellos y un vino blanco. Pero comí y desapareció mi tarde. No sé cómo. Prometo que sigo revisando minuto a minuto y no recuerdo qué hice. Me preocupa. No por el olvido, sino por la capacidad de olvidar... El encierro involuntario va mezclando días y horas. Ayer quise saber qué día era sin mirarlo en ningún aparato y tuve que recordar que el uno de marzo había sido domingo y contar de siete en siete... Hubo un día que dejamos de usar la cabeza y así nos va... [Disculpadme. Estoy disperso. Lola puso "Libre" en la lista y suena más bonita que nunca...].

 Me desperté de la siesta sobresaltado. Un avión caía al mar... No había dormido ni diez minutos y el malestar me sacó de mi pesadilla. Como esta mañana: madrugué y decidí dormir algo más. El sueño final destapó otros miedos. La cabeza siempre rebusca. Y si le dejamos, encuentra. Yo hay cosas de mi vida que tengo muy medidas: sé que encuentro los detalles que vi pero no fui consciente cuando cuento las cosas. Me destapo escribiendo y eso me cubre con un manto que pone alma a mi calma y calma a mi alma. Y en mis sueños, vuelan los deseos y los miedos... Así que, cuando despierto, escribo whatsapps, leo otros y me convenzo: solo tú sabes vencer tus temores. Gánales. [Me preocupa más ahora el mando del equipo de distancia. Está arrogante mirándome desde el trapo de cocina que nadie sabe cómo llegó hasta aquí, pienso mientras escribo: "Qué bonito huele hoy el ramito de violetas que me envió Miguel..."].

¡Ay de los temores! Nos frenan irrefrenablemente. Nos cautivan y nos encierran. Y conviven siempre con nosotros en ese silencio tenso que hace temer. Estos días en casa no han venido. Han respetado el Estado de Alarma y han mantenido la prudencial distancia del metro y medio que tanto nos está enseñando.. Este encierro que ha venido a sacudirnos. Que mata a ricos y a pobres. Que nos mantiene alejados aún cuando no queremos. Que nos devuelve el valor de un abrazo y el precio de unos ojos que te miran... Este encierro para la catarsis. Ayer recibí una mala noticia. Se ha ido una persona buena. Y no podremos despedirla... hay cosas que duelen más que otras. Es domingo. Era domingo soleado. Ángeles me escribe: "Desactívate". Tampoco tengo la sensación de haber hecho mucho... ¡De hecho hasta pierdo horas que no recuerdo! Veo "El cuento de la criada", paro películas porque se me hacen largas antes de empezar, os leo por aquí y cocino o limpio en pequeñas medidas. Yo que siempre he sido tan excesivo... Y me concentro en este silencio que dejé sin música para escucharlo... Y me dice muchas cosas a la vez. Ángeles vuelve a la carga: "Y hoy, ¿Qué tal?". "Escribiendo" le respondo. "Genial, sigue". Y manda un emoticono con un beso. Yo creo que los emoticonos nunca tuvieron tanto valor como estos días... A Susi su hermano le ha regalado un poema. Y ella me lo envía a mí: Benedetti, "Defensa de la alegría". No sabe ella cuánto me gusta a mí, el poema y que me lo envíe... Domingo...

"Y hoy, ¿Qué tal?" Me pregunta Angelita. Y me sorprendo a mí mismo... Por primera vez en años no he planificado nada y me dejaré llevar... Por fin. Por fin mi alma y mi calma pasean de la mano...

sábado, 21 de marzo de 2020

DIARIO DE UNA CATARSIS. Capítulo 8.




DIARIO DE UNA CATARSIS. Capítulo 8.
"Sin aire"
"Lo acabo de ver. Me he emocionado y todo. Tantos días en casa, estas muestras de cariño, me hacen ver que hay muchas buenas personas...". Me lo escribe Carol. Son las 10:01.
Carol es un cuerpo de junco con genio de yunque. Carol es tan buena como firme, tan fuerte como coherente y tiene tanto genio como tenacidad. Nos llevamos bien porque somos de ir de frente, hasta para embestirnos. Y nos queremos porque el tiempo ha hecho su trabajo a base de confidencias y confianzas.
Carol se refiere al vídeo que ayer organizamos a escondidas para sorprender a Ángeles, Judit y el pequeño Alejandro. En el momento en que di "play" la primera vez, una vez acabado, solo en mi soledad, solamente vi corazones. ¡Muchos corazones! Muy grandes, unidos, para dar una sorpresa a unas Falleras Mayores, las nuestras, que han podido con todo. Con esto y con más. Estoy convencido de que, lo escribí hace poco, solo ellas eran capaces de sobrevivir a esto y con la energía y la generosidad además de dejarme a mí sobre la tabla, para que yo no me hundiera. O hundiese.
He tenido cada momento la confianza de saber que ellas no estaban solo junto a mí, estaban detrás mío, apoyándome, para no dejarme caer. Y esa generosidad, incalculable, tampoco se puede agradecer... No hay manera humana. Así que lo repetiré hasta quedar afónico.
Ayer el capitán se sintió orgullosísimo de su tripulación. A toque de silbato, comenzaron a florecer las fotos con corazones. Durante todo el día. Y cada una llevaba tanto amor que hasta costaba descargarlas... Lo dice Carol, lo creo yo: " Hay muchas buenas personas...". Ayer volví a sentirlo.
Y sí. Las hay. Como las hay de malas o de necias. Estoy convencido que esta crisis mundial, esta pandemia de sustos, servirá para apartarlas definitivamente. Yo lo haré. Y si todos lo hiciéramos, ya no tendrían oxígeno... Se quedarían sin aire.
Durante años me he prometido mil veces que dedicaría mi esfuerzo a la gente buena. Y lo he hecho, en gran medida. Pero inconscientemente he dejado también que los "malos" (los tontos, los necios, los zoquetes, los cotillas, los bobos, los imbéciles, los patanes y los distraídos) tomarán parte de mis pensamientos y me obligarán a sopesar, a medir, a tenerles en cuenta... ´¡Váyanse al carajo! Ustedes no tienes ya cabida... No. No les daré más oxígeno. Me lo prometo yo. Y se lo prometo a todos los que creen en mí y que se merecen el tiempo que ustedes restan...
En mi vida hay una inmensa cantidad de gente buena. ¡Brutal! Y lo sé. Y les amo. Y me encanta tenerles... Hago ruido, como me dice Ana siempre (que es esa mujer que pierde la bondad en lágrimas), Y ese ruido acerca a mi vida a gente increíble que suman y multiplican. Pero también, los ecos oscuros de ese ruido dejan más cerca de lo que quisiera a los que no saben sumar... Ellos tienen una oportunidad ahora. La vida les regaló este confinamiento para que se revisen. Para que crezcan. Para que florezcan... Yo no perdería una oportunidad así. No deberían hacerlo..
Es más. No lo estoy perdiendo. Llevo siete días de encierro involuntario entre trabajo, escritos, cocina, whatsapps y examen de conciencia para revisar cuando he pecado de palabra, obra y omisión. Ayer compartí con mi gente buena una coca de llanda que hice para saciar la ausencia. Y hoy, desayuno con un café y con amigos. JJ sigue patrullando las calles, enfadado porque toda la gente no cumple. Lamentablemente, Juanjo este escrito habla de esos necios, egoístas y memos que no saben de generosidad. Y te entiendo. Porque te acaban robando la felicidad de poder ver que esa mayoría que sí cumple, que sí que ayuda, que sí que es responsable, estamos haciendo lo que toca... "Acuérdate de nosotros. Y recomienda (obliga) a no salir" me pide...
Y pienso en hacerlo. En escribir sobre la solidaridad obligatoria de no contagiarnos. Escribir sobre la voluntad de ayudar a los demás y cumplir para que toda esta pesadilla se pase pronto... Pero pienso en la catarsis. En el cambio de sociedad que estoy convencido (sí amigo Fernando, yo también lo creo) que nos traerá esta crisis. En la necesidad de hacer de esta crisis otra oportunidad... Y eso necesita tiempo. Más tiempo. Más confinamiento, más silencio, más búsqueda interior y menos videoconferencia... Por eso, me voy quitando móvil a ratos y buceo dentro de mí... Y lo recomiendo. Con su dolor y con su gloria.
¿Y sabes que más creo Juanjo? Que la gente que lee esto y a la que yo podía obligar a que te hicieran caso, ya te lo hacen. Porque son la gente buena... Y que hay también quien se pasará por aquí, algunos pocos, lo leerán y como todo lo que yo escribo no lo acatarían por llevar mi nombre... ¡Ay el día que facebook notifique que "noséquién" acaba de leerte en tu muro y se ha ido rápido...! (Esta frase le habrá encantado a Ana Ariza. Probablemente habrá gritado sola en casa: ¡Bravo Chaume, Bravo!).
Me escribo con Laura (cómo te echo de menos).
Me regala Lorena unos segundos de Ángel, que son gloria bendita...
Y sigue la mañana... No sé si os lo dije. Ayer hice una coca de llanda que me salió para compartir. Tengo ya apalabrada hacer una más grande para mi grupo definitivo... Qué ganas de verles. ¡Qué ganas!
Suena en casa ahora Massiel: "Eres". Esta canción me trae grandes recuerdos, de un pasado revisado y mejorado. Voy a decretar ya mismo Estado de Limpieza, que ya toca. Tengo dos maletas por deshacer, cuatro trajes de valenciano por colgar y seis sueños por envolver... Mis recuerdos no huelen a pólvora este año. La ausencia, a veces, tan generosa en dolores...
He hecho una lista en spotify: "Diario de una catarsis". Y aunque tecnológicamente soy un ceporro incalculable, la he convertido en lista colaborativa para que podáis incluir vuestras canciones... Las treinta primeras son las que sonarán esta mañana en mi casa. Por si queréis acompañarme... O sumar las vuestras... Al fin y al cabo, la vida se trata de sumar... ¡Bendita las manos que ayudan! (https://open.spotify.com/playlist/75WkgAfUrtpnysTYRNRAqn…)
Le doy al play. Comienza Mina, "Moliendo cafe" cuando el mío ya está olvidado... y la cocina y el estropajo me esperan.
El cielo está nublado. Me desperté feliz...
"Hay tanta gente buena por el mundo". Me lo escribe Carol de nuevo. Son las 10:05 en mi soledad.

DIARIO DE UNA CATARSIS. Capítulo 7.


DIARIO DE UNA CATARSIS. Capítulo 7.
"Veinte"

Vengo más tarde a escribir porque yo cualquier veinte de marzo habría venido más tarde a la vida... Yo no suelo dormir mucho, ni siquiera cuando trasnocho. Si mi cuerpo no se despierta es porque realmente está cansado. El veinte de marzo, como un reloj suizo, siempre lo está. Aunque hay una inercia en él que pide charanga y me empuja con cierta fuerza aún... El 21. El 21 es el día que realmente creo morir...

Me habría despertado con los ojos inyectados en ayer y recordaría el fuego, las calles vacías, la noche ahumada y las últimas palabras... Miraría el polar con ganas de lavadora y la acreditación del balcón me parecería antigua. Iría al baño, despacio, para no despertar a Audrey. Y volvería por el pasillo sintiendo el frío del mosaico en los pies cortados de tanto camino.

Hoy es veinte de marzo. Me despertó la alarma y no recordaba qué tenía que hacer. ¡Ir a comprar! Recordé... Escribí unos whatsapps, releí facebook y me metí a la ducha. Como tocaba a este veinte de marzo, la caldera no funcionaba. Me envolví en el albornoz, salí a la terraza y la reinicié. Y se arregló.

Elegí un suéter que no me quiera volver a poner en semanas. Con las mismas intenciones un pantalón. Y elegí un pañuelo para taparme la boca... Estuve a punto de coger aquél de la noche en Tsomoriri, la peor noche de mi vida, pero pensé que nada debía borrar aquél miedo ni ningún pañuelo merecía sumar una catástrofe como la de hoy... Y salí a la calle. Hay más personas que coches, más mascarillas que sonrisas... El Consum tiene una cola que dobla dos esquinas. Me mezclo en las calles buscando la verdulería y una carnicería. Guardo colas de un metro. El cielo esta espeso y el aire condensado. Amparo me devuelve la fe en el ser humano desde la puerta del ambulatorio. Y compro patatas. Los que estáis aquí no lo sabéis, algunos sí, estos seis días encerrado solo tenía ilusión por comprar patatas... Y las compro.

Cuando regreso a casa lo hago a marcha normal. Mi marcha normal siempre es andar rápido. Subo a casa. Me desnudo en la puerta y meto toda la ropa en una bolsa. Voy directo a la ducha. Salgo y limpio con cuidado mis gafas. Mis manos. Dejé el móvil cuando salí a la calle. Y vuelvo a vestirme con una camiseta que me regalo Moni y poco más... Bueno sí, le mando la foto de la camiseta a ella para que sepa que mi encierro, hoy, es con ellos. Por ser tan bonitos... Enciendo la tele y me recuerdo: "Jaime no has escrito". Y pienso si seguir haciéndolo...

Escribir los días de fallas era evocar días de todos, pero seguir con el "Diario de la Catarsis" sería tan solo contar mi cautiverio. Bueno, podría también contaros cómo me evado de él.. Y no sé qué hacer...

Hoy, veinte, escribo. Hoy sigue siendo un día de falleros. De resaca absoluta. Pero día nuestro... De echarnos de menos y esperarnos de más... Yo hoy, seguramente, habría comido en casa, la casa prestada, o en el mejor de los casos les habría convencido de ir a la playa... Echo de menos ver el mar.

Hace un año, casi un año, cuando me desesperé porque la vida no siempre es justa con uno, y mira que conmigo es generosa en las cosas buenas, me escapé unos días a Moncofa. Solo con mi soledad... Una tarde, me senté en las piedras y abrí una botella de vino blanco que había enfriado con toda la intención del mundo y la serví en un Duralex. Mi hermana me dijo que le hubiera cogido una de sus copas para bajármela, pero yo fui muy claro: "Hermana, el Duralex no se rompe". Aquella tarde aún la recuerdo, la tengo presente a menudo, solo sobre las piedras blancas sentado hasta que no las sientes, un pescador en la orilla, algunas gaviotas de un lado a otro y el fresco que trae el atardecer cuando el sol desaparece... Ese día miré al mar y me prometí ser feliz. Como esta nochevieja en Ibiza, cuando bajé las escaleras y miré de nuevo las olas. Y una vez más, mil promesas...

Miro al cielo y me consuelo... Allí donde él acaba, empieza mi mar. Mirándolo, casi escucho las olas, que me traen mis promesas al recuerdo...

Voy a dejaros ya. Ayer apagué mi móvil más horas y fue un acierto. Hoy me decido a limpiar. El ordenador de fotos, la casa de trastos, la memoria de malos recuerdos... Para eso vale este encierro. Para reiniciarse, aunque sea a collejas... Si escribo de nuevo, os contaré algunas de esas cosas que pienso limpiar...

Por lo pronto, suena Antonio Flores en casa. Me envuelvo las piernas frías con mi manta roja y pienso por dónde comenzar...

Al fin y al cabo, el día veinte, siempre es eso: pensar por dónde comenzar una vez más...

Feliz año nuevo a todos.

jueves, 19 de marzo de 2020

DIARIO DE UNA CATARSIS. Capítulo 6.





DIARIO DE UNA CATARSIS. Capítulo 6.
"Caravana"
La gente empieza a correr hacia detrás cuando la llama lo inunda todo... El fuego acartona la cara y los ojos notan arder las lágrimas que no llegan a salir. La noche lo envuelve todo y lo protege con un manto oscuro, triste. Y abajo, el caos de los últimos días se evapora entre recuerdos y esperanzas. Las fallas son la única anarquía organizada del mundo. El fuego, nuestro baile inevitable...
He tenido que mirar el número del capítulo de ayer para escribir hoy. Señal de que los días se amontonan y las horas se acumulan. He apagado el móvil porque se me apoderaron anoche tantas horas de pantalla y he decidido que este tiempo libre, me lo tenía que dedicar... A mis pensamientos y a mí. Suena imponente María Callas. La cabeza siempre me ha parecido curiosa y elige canciones, cuando no las elige el alma: "O mio bambino caro". Si no tenéis nada más que hacer ahora, probad. Apagad el móvil y cerrad los ojos, dejadla que suene en casa... Alta y frágil. Y decidme si no tenemos mil cosas bellas cada día que pasan tan desapercibidas que casi ni las mereceríamos...
La noche de la plantà siempre ha sido mi favorita. La segunda, seguro, el momento en que mi mano acompaña a la de la Fallera Mayor para encender la traca. Y con ese ritmo de vértigo sin destino, la mecha recorre el trabajo, el cansancio, las peleas y las alegrías, las emociones, las lágrimas, los sueños, los deseos, las decepciones, las promesas y los juramentos. Las cosas que nunca pasaron y las palabras que nunca dije. Mis arrepentimientos. Todo. Para convertir todo en nada... ¡Bendito fuego!
De niño soñaba en casa con hacer y quemar mis fallas. Las dibujaba y construía en cartón, con mi vecino Igualada, y los empujones de mi padre que me tapaba de los gritos con que mi hermana y mi madre nos intentaban convencer de que no, de que en la terraza no se podía disparar una mascletà. Pero la prendíamos... Y explota. Y yo era el niño feliz que soñaba con hacer sus fallas...
Llegué a Noscarmientas con una libreta y un boli. Escribía para una revista desaparecida un artículo, David contra Goliat, donde oponía la artesana falla de mis amigas (Laura y Ana Cuesta) a la potencia descomunal de Armiñana y su Nou Campanar. Y al abrir la puerta descubrí un ejército de ninots, con bolas de corcho por cabeza, trajes de tela y palos por esqueleto. Clavaban un Pinocho (tu Pinocho, Susi) en el taller y sorteaban botes de pintura, brochas y maderas, clavos y tableros... Todos, todo, con una sonrisa en la cara...
Cuando vas colocando la traca alrededor de la falla te vas despidiendo lentamente de todo lo que pasó. Es como la eucaristía de un torero ante su altar, que se santigua milimétricamente, encomendando su faena a la Virgen que le ha de proteger. El cansancio se disuelve y cae por los suelos y deja el cuerpo relajado, más ágil que los últimos días... y el rostro se pone serio. Y el alma se pone triste.
Cada cremà, cada año, ha sido distinta. Las mías disparan una sonrisa en la boca y abren mi mirada que lo quiere grabar todo. Enamorado del fuego, las llamas danzan a velocidad más calmada, devorándolo todo. Y yo, ante el fuego, solo quiero silencio y algún abrazo amigo. No me gusta la soledad en la cremà, porque como todo, en esta Fiesta que no siempre defendimos como tocaba, de nada vale hacer solo...
Cuando Lucía prendió su fallita yo no tenía consuelo. Había comenzado a llorar al mediodía en el balcón, tras la mascletà. Vaello, no sé si lo recordará, vino a darme consuelo. Pero yo me fui, llorando por Cádiz, la calle eterna... Y llegué a la falla. Sonó "Caravana", mi pieza favorita de siempre, y todo fue emoción y llanto...
[Paro. Releo. Y me atrevo. Ya suena "Caravana" en mi casa...]
¿Qué os decía? ¡Ah, sí! Cuando Lucía prendió su fallita, yo no tenía consuelo. Aquella noche, aquella noche entendí por qué merecía la pena todo esto...
Las tardes de San José son especiales hasta cuando llueve. Desde hace unos años es la única comida con mesa presidencial, como un ritual de despedida. Y la tarde, se dispara en risas y disfraces. Paseamos por el barrio. Nos reímos con Cádiz - Denia, que siempre esperan y donde siempre me sonríe Ángel de nuevo; con San Valero, que hemos ido a buscarles a casa en más de una ocasión por haberse ido al descanso mi cordobesa y mi Santiago... A la comunión con Clero. Sé perfectamente cómo es el tacto de los abrazos con el polar de Javier y cómo suena "amigo" cuando me lo dice Noelia... Aquél San José, Javi, aquél San José...
Fueron a decirle a mi madre que yo lloraba en la calle. Se asustó al pensar que algo pasaba y preguntó: "¿Qué ha pasado?". "Está abrazado a Javi y están llorando" le dijeron... Y mi madre no se levantó de la silla y dijo: "Dejadles, dejadles que lloren...". Y lloramos...
De repente la plaza es una bola inmensa de fuego. Algunos nos resistimos a alejarnos. Y entre velamos los ojos pensando que así la llama quemará menos. Todo arde. Lo malo y lo bueno... convirtiendo en dogma aquella creencia de que, del fuego, todo sale purificado. Y luego baja la intensidad, todo se hace negro, y parece que el frío lo envuelve todo dejando que la tristeza caiga a plomo desde el cielo... Han sido muchos días empujándola afuera, con carcasas y con truenos, pero cuando el fuego se lleva todo, todo lo que fue nuestro, ella cae de nuevo, vertiginosa contra el suelo...
"¡Chicos, estas vallas hay que llevarlas al casal" grito, como si ya no tuviera recuerdos. Y un río de polares rojos repasa Cura Femenía para cerrarlo todo. Nos sentamos, en silencio, sin ganas ni fuerzas, sin consuelo, en las sillas alrededor de las cajas y las neveras. Brindamos y Susi nos da cenizas. Yo le doy dos besos. Hablan y hablamos... Y hay quien se acerca y te da la enhorabuena. Y quien te da un abrazo... "Ya avisaréis cuando es la Junta" dicen otros... Ellos no saben que, entonces, muerto, yo aún vuelo...
Y se vacía el casal: "Llevaros estos bocadillos, que es una pena". "Qué bonito ha sido todo". "Qué bien ha ardido"... Y yo, solito solo, vuelo...
Hacemos tiempo unos cuantos esperando que Clero queme su falla. Veo arder Tomasos y oigo en el cielo mil truenos. Sin tormenta, el humo tapa las estrellas. Los bomberos han llegado. Veo a Javi y a su fallera cruzar hasta la esquina que hay frente a la Iglesia de San Valero, prenden la mecha y todo es fuego... Me voy al casal. Nunca me despido de ellos cuando todo arde. Les pertenecen las llamas solo a ellos...
Y en el casal solo hay silencio. Entramos, nos sentamos, intentamos alargar la noche y nos recogemos...
Vuelvo a casa en silencio... Algo se movió por dentro... Y sí. Pienso al año que viene cómo será el remate, si se podrá visitar por dentro, cómo serán los ninots y... y si podremos hacer algo nuevo.
Ahora son olor a humo y perennes recuerdos el trabajo, el cansancio, las peleas y las alegrías, las emociones, las lágrimas, los sueños, los deseos, las decepciones, las promesas y los juramentos. Las cosas que nunca pasaron y las palabras que nunca dije. Mis arrepentimientos. Todo. Todo que ya es nada... ¡Bendito fuego!

miércoles, 18 de marzo de 2020

DIARIO DE UNA CATARSIS. Capítulo 5.


DIARIO DE UNA CATARSIS. Capítulo 5.
"La primera vez"

Cuando te lanzas al mar, un golpe sacude los oídos, te desnortas por mil nanosegundos y el sonido cae hueco alrededor dejando que solo los ojos contemplen la profundidad de lo que te rodea, casi pensando que nada es real. Así, así me siento yo cada vez que cruzo el arco de la Barchilla...

Me ha despertado el teléfono: el repartidor de Seur tenía que darme un paquete de Vodafone que yo no he pedido. No traslado la conversación con él porque es más digna de Martes y Trece que de este diario, pero reconozco que he reconducido el mal humor a la sonrisa. No nos queda otra. No debe quedarnos otra. JJ madruga al otro lado del whatsapp: "Café? PC?" escribe. "Hoy sí que es jodido... ofrenda". Y no dice nada que yo no supiera ayer, pero leído duele más...

Mi sobrina dijo mi nombre, siendo bebé, por primera vez, la primera vez que mi hermana la vistió para la Ofrenda. "Saime" dijo y sonrió. Y el mundo se paró como cuando te lanzas al mar... Hoy tendría que salir volado del casal para llegar al balcón, cogería el micrófono con la mano dormida e intentaría con los últimos hilos de voz retransmitir el disparo de "Vulcano" que se adivinaba apocalíptico. Iría vestido de valenciano. Llevaría el jupetí rojo que me regaló Ángeles y me cosió Miguel. (Ayer lo ví en sus redes y me pareció tan bonito que ni me parecía mío... pero lo es). Y saldría raudo, esquivando gentes bajo el sol, en Marqués de Sotelo y en la plaza de toros. Daría tiempo a saludar a alguien en Castellón - Segorbe y el semáforo de Gran Vía me parecería eterno, como cruzar Cádiz. Ya lo dije: "¡Qué larga se hace esa calle cuando la andas solo!". Sin parar revisaría quién anda a las puertas de Cádiz - Denia, para gritarnos de lejos, con la sonrisa a la sombra de la rodina. Y me mezclaría en el maremagnum de sillas y mesas de Cura Femenía confiando que la "Operación salida" fuera más rápida que nunca... La imagen de la calle, tan estrecha y llena de sombra, es un guirigay absoluto. Se mezclan como granos de café turistas y falleros, ramos y mesas, sillas y peinetas... Siempre hay seis o diez que vienen a que les ponga el pañuelo mientras que alguien me ayuda a mí con la faja... En las sillas rematan mantillas a las chicas guapas con cara de alegría y sueño. En la calle, los músicos afinan y las mantas entonan. Y arriba, en los balcones, los turistas graban y el cielo es azul... Mediterráneo puro.

La primera vez que salí en la ofrenda fue con Arantxa. En una cena con MartaMayraRaquel y Teresa, la Bartual me dijo si querría desfilar con ella. "En la Falla Na Jordana desfilamos por parejas..." dijo. Yo moría por hacerlo, pero tantas veces le había dicho que no a la Sabater, que la prudencia me pudo. Aunque es cierto que ella me conoce mucho: "Sal con ella" dijo Teresa. "¿De verdad?" como un niño que le pide permiso a los padres... "¡Pues claro! Yo lo haría". No sé dónde cenamos, pero recuerdo esa conversación como si hubiera sido ayer mismo... y han pasado quince años.

Organizar el tumulto de la ofrenda es quedarse sin voz. Sin fuerzas. Hasta los ramos de flores parecen inquietos. Pero al final se consigue. Se desfila hasta la puerta de la que han de salir las falleras mayores. Hacemos un pasillo inmenso y suena el Valencia más fuerte que la traca. Le daría su ramo a Judit, quien tendría a Alejandro esperando. Y esperaría a que saliese Angelita, con tela de pasodoble. Le daría el ramo y le prestaría mi brazo para cruzar el túnel de aplausos con que sacuden las manos cuando se les escapa la felicidad a raudales... Y caminaríamos, al final de todos, sin ver casi dónde se pierde el estandarte...

La primera vez que me hice un traje fue en Almacenes España, me acompañó Teresa Medrano, que era la confirmación de la buena voluntad de su hija. Enseguida elegimos. Aquél traje, el de la primera vez, también era rojo. Y una tapicería crema, que aún llevo, para el jupetí. Medias y goyesca a juego. Y una faja de seda y malas pasadas... Acudí, principiante y tímido, a la puerta de Jordana buscando a Arantxa antes de que nadie me viera a mi. (Nadie lo cree, pero soy tremendamente más tímido de lo que nadie sospecha). Y allí estaba ella, con esa sonrisa que tiene siempre en los ojos, mantilla puesta, y ramo en mano. Con ella al lado, saludé al mundo entero... Desfilaba con Jordana, la falla que me descubrió tantas madrugadas mi padre. Y lo hacíamos de noche, antes de que Nuria Llopis Borrego, cerrase niña la ofrenda del 17...

Ayer Nuria estaba al otro lado del teléfono. Conectada con Dosalo y conmigo, volvíamos a la radio en un segundo programa de batalla, desde el encierro. Como una especie de radio en clandestinidad... ¡Cuántas vueltas da la vida!

Hoy es más difícil escribir. Hoy el encierro empieza a ser otro. Ayer no hice nada de lo que quería en el orden que me había propuesto. Así que, una vez desatado el caos, solo rodé día abajo. Hablé mucho por whatsapp y en videoconferencias esparcidas a lo largo del día. Desayuné con Mazcuñán y casi ceno con Noelia y con Javier, pero no me gustan las alcachofas. Verles a ellos me dio la vida. Me dormí con Laura y con Diego... Y hubo más. Más llamadas. En una, dos lloraban y yo cenaba. Yo lloraba por dentro y ellos cenaron luego...

La primera vez que desfilé con Noscarmientas fue uno de los últimos años que se vistió Angelita. Desfilamos juntos. Luego desfilé con ella el año pasado y lo haré éste también. Y, en medio, Ana me acompañó el año que Laura fue nuestra Fallera Mayor y estuvo en Corte. El resto, Laura me dejó desfilar con ella... Incluso uno muy especial, que jamás olvidaré porque no íbamos solos... A pocos metros de nuestras falleras mayores. Con ellas, cada año, hago una foto de familia donde cada vez se suma una más... Esa foto tendría que hacerla esta tarde...

Las luces te ciegan al entrar en la Plaza. En el mejor de los casos, escucho el final de las palabras que Josep Garcia Bosch nos dedica al entrar bajo el arco. Y me mantengo en la idea de saber que quiero llorar al pasar ante su manto... Todo el camino, disimulo la emoción con risas, con recuerdos, con momentos... Intento apartarme del llanto, haciendo lo que sé, reír. Y la Paz, que siempre es hermosa, es un camino al cielo... Giro en la Reina entre los aplausos del mundo entero. Y atrás la Fallera Mayor, recibe los "¡Guapa!" más bárbaros que recuerdo... Este año, este año era la primera vez que no desfilaría sola...

Ángeles me lo dijo poco antes del verano: "al año que viene, desfilaremos la Ofrenda juntos". Y yo no dije nada. Porque no acababa de entenderlo... "Si hago la Ofrenda, quiero que sea de tu brazo"...

Cuando entro en la plaza, tengo tanta emoción que nunca lloro. Y allí estás "Mareta", tan bonita... tan hermosa... ¡Tan del cielo! Quisiera que me dejaran allí, que no nos hicieran salir... Pero el camino sigue. Y hay que andarlo... Y te vas. Y te giras. Y le pides. Y le dices. Y le amas. Y le quieres. Y le pides, le pides, le pides... ¡Y le das las gracias! Tantas veces que en silencio te quedas afónico...

Gracias hoy, Mareta, desde este cautiverio.

Ángeles me regaló un cuadro el día del vino de honor, con un trozo de la tela que nos unió más aún si era posible... Tras el marco, con su caligrafía optimista siempre en ascenso me escribió: "Cuando te sientas triste mira este cuadro y recuerda cuando llevabas esta tela puesta. Cuando te sientas abatido mira este cuadro y recuerda que eres Jaime Bronchud. Cuando te sientas solo mira este cuadro y recuerda que te quiero. Cuando te sientas feliz mira este cuadro y recuerda que así me haces sentir a mí siempre. Gracias".

Hoy es la primera vez que leo esta dedicatoria desde el día que me lo regalaste...

Hoy es la primera vez que sueño con desfilar la Paz a tu lado...

Hoy es la primera vez que me ha costado mucho escribir...

DIARIO DE UNA CATARSIS. Capítulo 14.

DIARIO DE UNA CATARSIS. Capítulo 14. "Bendita locura" En la limpieza de fotos, anoche, volvió a aparecer el bueno de Paulin...