jueves, 5 de abril de 2012

UN ENCANTO


87,900 KG.

Aquí estamos, jueves santo, previa de Semana Santa que habían anunciado de borrascas y que se cumple con un sol por el momento que anuncia agua de aquí a un rato... Las procesiones es lo que tienen. Echo de menos los pasos de mi Sarrión de niño, de nazarenos púrpuras y vestas blancos. Echo en falta el farolillo y el cirio, en casa de la Lina, ocultos tras el ventanal sin luz a oscuras para que nadie nos viera y el deambular la gente de aquí a allí por la calle Molino abajo, sabiendo como sabían, que estábamos tras el cristal. Echo en falta las noches alargadas y el repique de saetas a la mañana siguiente, las salidhijas con mi padre y la capa del tío Fermín y las albóndigas de bacalao cuando comer carne era un pecado...

Eso es mi Semana Santa, recuerdos de Sarrión, de Teruel, de Jaen,... De tantos periplos y tantos viajes acomodados en estas fechas: aquél Berlín... Y ahora, con la cabeza puesta en el mañana, sin encontrar salida hacia adelante ni viaje que me lleve por las nubes, por las que no quería volar Edurne para no encontrarse con ninguna persona de las fallecidas...

Ayer grabé el programa de la tele por la tarde, un especial de Semana Santa y volé a la comisión de Interior en el Ayuntamiento. Acabé y me fui en metro con Gemma y con el despiste de haberme dejado el teléfono en la sede. Yo, que soy así, ya se sabe. Cené en Russafa, en La Serena (un descubrimiento oiga), con Guillermo y Rosa, Javi y Noelia, Noe, Carla, Martita, Gonzalo,... Nos hicimos la noche en Radio Tránsito y aún quisimos llegar Al Alba, para dar un cante, pero me cogí un taxi y me regresé a casa...

Esta mañana la he pasado básicamente entre el ordenador y el whatsapp, convencido que en breve me tengo que poner las pilas y hacer cosas. Hoy, a las cuatro y media, he quedado en Clero para hacer una de la que ya os informaré si todo sale adelante y a las seis y media en la estación del Norte para ir rumbo a Gandía y de aquí a Denia. El tren siempre ha tenido un encanto, como la semana santa... Partir, lejos de casa, de la comodidad de la cama y las sábanas blancas, como aquella India, me apetece por cambiar de rumbo y de historias. Quizá, si estoy alerta, descubriré las muchas cosas que están pasando... Pero debo dejar de ronronear. Aunque sea jueves santo sin torrijas ni capirotes...

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