La semana, a tope. ¿Lo habréis notado? El no paro os valdría como excusa, porque sé que sabéis lo cierto qué es.
Me pasé entre el lunes y el miércoles acudiendo a un cursillo entre calores y estíos, bastante interesante por cierto. Comí con Lasa y nos pusimos, en dos días, al momento de un año. Las tardes fueron ocupaciones varias. No sé si llegué, no recuerdo, a hacer algo en las noches... El martes sí, porque cené con Acosta, Anita, Vicente, Amparo y Angelita en nuestro japo de la Avenida de Francia. Previo pago de su coste en risas. Luego pasamos por Cyrano. Una copa y a casa.
El miércoles comí en La Sucaeta, con Jorge y Luis. Nos pusimos rápido al día y nos comprometimos a ponernos algo más. Me fui raudo por el programa de la tele. Angustias de fin de mes en los primeros días de la semana. Tengo que revisar mi maltrecha economía doméstica. Programa en la tele. Resultado: bueno. Buenas noticias de la dirección que ya os iré contando. Y luego cena en un sushi de Cánovas (Miss Sushi, muy recomendable) con Guti y Boro, Gabi y Carabantes, antes de hacernos un granizado en Reino de Valencia como si fuéramos señoritas burguesas de la Habana Vieja o de un barrio de Miraflores, allá en Caracas. Panda de petardas. Jajajaja... ¡Risas!
El jueves regresé a los zapatos viejos, como María Jiménez. A no parar. A las reuniones por doquier. Al despacho y a despachar. A pensar en el incierto futuro que tengo después del verano entra las manos y que se me hace masa. Debo confesar. Casé a Vicente y a Amparo: felicidad absoluta por contagio. Y nos fuimos, entre naranjos, bajo la lluvia, a comernos la mejor paella de la vida. Me encantó verles tan felices. Hoy tenemos la ceremonia. Os la iré contando...
Llegué a casa con el tiempo justo de cambiarme, arreglarme y me fui a presentar un libro que hemos editado con Bromera a través de la concejalía de Juventud. Uno de esos momentos que le motivan a uno... De ahí a presidir la comisión de Cultura. Y en cuanto acabé, a cenar con amigos al casal de Salamanca.
Acabé pasadas las dos y me acosté pasadas las tres. La humedad de la noche, insaciable, que se batió contra mi habitación.
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