Largo tiempo. Una palabra, dos, tres si acaso. Un par de pausas. Y todo se quiebra mientras dejemos que se rompa. Yo ya no dejo que se rompa, lo siento. Terquedad, dicen. Yo prefiero llamarlo coherencia...
Son las dos de la tarde, hago una pausa en mitad del despacho. Me recoge el taxi a primera hora de la mañana y me lleva a la radio: con otro llego a despedir al noble Manolo Ferriol, que se nos va y nos deja. El resumen lo hacemos su hijo, Salva, y yo en la puerta del tanatorio: irnos, nos vamos todos, lo importante es saber que nos vamos siendo queridos por muchos. Como fue el caso de Manolo, Manuel Ferriol, decía el letrero que anunciaba su habitación de despedidas... ¡Cuántas despedidas últimamente! ¿No?
El día que yo me vaya sólo tengo una ilusión, si es que alguien tiene alguna ilusión por irse. En ese caso, siempre lo he dicho, además de que los primeros recuerdos, los que quedan los primeros días antes de que el olvido lo barra y sacuda todo, de buen hombre, de amigo, de compañero, de lealtad, quiero que alguien piense: "se ha ido, pero cómo vivió con nosotros.". Creo que de ese deseo, del de llegar a todos, del de darme en cantidad, de disfrutar cada detalle, de agradeceros cada complicidad y cada gesto, nace mi manera de ser, mi yo, mi entre vosotros... El querer ser y perpetuarse tan sólo como un aliento momentáneo, como esa brisa que se levanta de repente entre el calor de un día de poniente y te alivia. Eso.
No suelo hablar del adiós, porque las despedidas no me gustan. Y digo poco de aquellos que se van por una cuestión de pudor, aunque su recuerdo perdure en mí mucho más de lo que algunos piensan... Sin embargo, miras al cielo y descubres que el aire sigue fluyendo. Que puede venir de dónde sea, pero que sigue volando... Como yo, que vuelo en breve, por cierto. Ayer me agencié dos billetes de avión en mitad de la crisis, para cuando vuelva de Alicante (que lo tengo este fin de semana). Y quizá sin más empeño que volar...
Hoy toca cerrar la segunda temporada de "Tot és Festa" en Levante TV. Profunda alegría: la de hacer el programa y la de cerrarlo esta noche, luego palmatoria y festival. Alegría repartida. Es un placer conducir este programa, ya es una consolidación saber que volveremos a la carga en septiembre, pero necesito aires. O eso digo. Porque últimamente que me administro mejor los tiempos, los descansos, las pausas, los silencios, resulta que sigo con una agenda mareada y repleta. Hoy, por ejemplo, me piraré a casa a comer. Lo he decidido. ¡Y qué no me pase antes por el Eroski a comprar cuatro cosas de comer! Luego quiero verme una peli. Juega la Selección. Quiero descansar antes de irme a la tele. Preparar el programa y el directo. Cena y mojito, me dijo la Guti.
A veces miro mi vida, y si lo hago desde fuera, me gusta mucho. Y la miro desde dentro, y también me gusta. Y doy gracias... A veces me siento nefasto, con detalles personales, con mis cosas que no me gustan y que debería de cambiarlas... Pero es que son mías y habrá que aceptarlas.
Silencio enrejado, entre cajones de una mente cuadrícula que se organiza sistemáticamente y rellena. Colores azules, con mucha oscuridad, ocupándolo todo. Y la psique... Cansancio de voces, me rompe el genio. Entre breves silencios, entre breves comentarios. Inconexos absolutamente. Tiempos de silencio que se nos pasaron del tiempo...
miércoles, 16 de junio de 2010
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