lunes, 7 de junio de 2010
GENTE COMO ELLOS
Bésame y no será necesario que me digas cuanto me amas...
El viernes noche fue la boda de Amparo y Vicente. Pero fue mucho más. La ceremonia, de lo más emotiva, con diferencia. Las sensaciones, yo creo que las de mucha gente, a flor de piel. Las de casi todos. El cielo sobre Valencia, espectacular. De película. Una boda feliz, con unos novios radiantes y con unos amigos felices de la felicidad de los contrayentes. Vamos, un regalazo. Y yo muy feliz, como si fuera de siempre, como si fuera arrastrada mi felicidad por el paso de los años al lado de unas personas que recién conocí gracias a Jose, que es otro amigo que recién conocí y que se aprecia por encima de la amistad misma. Compartí la noche con él y con Ana, con los novios, con las familias de los novios, con Nacho y Bárbara, con Angelita, con María y Nacho, con Isra y Vir, con muchísima gente y con mucha fiesta... ¡Toda la fiesta!
Me pasaron cosas extraordinarias en esta boda. Una, la emoción. Dos, la emoción contenida. Tres, el cielo bajo el que les case. Cuatro, la armonía, las ganas de fiesta, de ilusión, de belleza absoluta,... Pero la más importante, la que más me sacudió el sábado y quizá el domingo fue la necesidad de seguir riéndome con quienes me reí el viernes noche. Como si fuese un enganche, quería en la mañana siguiente seguir con las risas y con las conversaciones, con las ilusiones que les veía en la cara, la noche anterior, con ganas de seguir entre mis nuevos amigos... Fue una sensación bárbara y controlada. Controlada por el bien propio y, sobre todo, para que mis amigos no pensaran que soy un psicópata. Pero uno acaba sintiéndose bien entre la gente buena, y yo tengo olfato para estas cosas...
Por eso fue una noche especial. Por eso y por muchas más cosas, pero como digo, fue un momento en el que uno se sintió especialmente motivado.
Me sucedió una cosa aún más maravillosa al salir del banquete, siendo ya las tantas de la madrugada y echándonos unas risas por el camino. ¡Vaya camino, soledad de humedales! Iba acompañado de Bárbara, la mujer de Nacho. Y yo creo que sin venir a cuento me dijo: "Me alegra haberte conocido". Me quedé sorprendido, casi sin reacción, que ya es difícil en mí... "¿Cómo?". "Que ya te conocía pero que después de esto, me alegra de haberte conocido de una manera más cercana". Pues gracias. Porque fue así como presentí que era todo más fantástico, mejor, más maravilloso, más especial...
Los novios partieron al día siguiente hacia Argentina. Nosotros nos quedamos en lo nuestro, en nuestros calores y nuestras anticipadas lluvias estivales... Nos dejaron un capazo de alegría y de buen rollo. De verdad, de una manera especial. Y empecé a comprender qué cosas hacen que mi vida sea mejor... Gente como ellos. De verdad. ¡Qué especial me sentí!
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