viernes, 24 de octubre de 2008

SOBRE EL LIENZO



El pintor tomó su pincel. Y su lienzo blanco. Llovía afuera. De ahí la imaginación de una calle húmeda y encharcada. Recordó como aquella joven, había entrado en la cafetería. Sola. Se encaminó a la barra, pidió un capuccino y se sentó al borde del bar mismo. Fue un momento mágico. El cielo nublado, se abrió tímidamente y dejó, entre las nubes que lo ocupaban todo, entrar un poco de luz. Ni tan siquiera un rayo. La blancura rebotó en el cemento de la calle e invadió, a través de los cristales, sobre la joven. Sacó un papel de su bolso, un fajo de papeles. Y un boli que posó sobre la mesa. Junto a la taza del caliente capuccino. De vez en cuando, la joven miraba a través del cristal. Sus ojos, marrones, tenían un brillo especial. Vibraban. Tomó el boli y empezó a apuntar algunas palabras sueltas, primero. Luego, un buen párrafo. Al rato, una carta entera. Y de vez en cuando la muchacha, mordía la tapa azul de aquel bolígrafo y volvía a mirar por la ventana como los coches rebotaban el agua del asfalto sobre las aceras, sobre la que discurrían los peatones bajo sus paraguas. Caía tímidamente el agua, en muy poca cantidad.
El pintor grabó en su retina la bella imagen de aquel momento. Encontró en su memoria la misma expresión dulce en el rostro de la chica. Sintió el tacto leve y volátil del fular que enroscaba en su cuello. Y recordó la soberbia elegancia con que sus manos sujetaban los papeles mientras el capuccino se enfríaba. Pegó una pincelada azul, al tiempo una en blanco y unas cuantas más oscuras. Tomó el marrón, para las paredes y la piel de la muchacha. Luego el negro. Perfiló. Y poco a poco, apareció sobre la tela blanca el recuerdo del que había sido testigo por la tarde, cuando aquella muchacha escribía mientras el sol regresaba a su vida... La joven se levantó. Apuró su bebida. Se puso la chaqueta, dejó el paraguas olvidado junto a la silla, tomó el bolso, y se marchó con en contundente taconeo de sus botas... Él quiso levantarse y decirle: "Hey, te dejas tu paraguas...", pero no pudo. Se había quedado bloqueado en la silla... Al rato se levantó, apuró su café con leche y salió a la calle, donde seguía lloviendo. Poco después había comprado un lienzo nuevo...

1 comentario:

Anónimo dijo...

ejem ejem

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