miércoles, 1 de octubre de 2008

LA CAJA DE GALLETAS



Mi hermana se acordará, de aquellos , en los que nos levántabamos de la cama, en casa de los abuelos y llegábamos al comedor. Mi hermana se acordará como la Lina, nos decía si nos íbamos a levantar para prepararnos la leche. Mi abuelo escuchaba Radio Nacional de España, Radio 5, todo noticias... El cable del transistor le cruzaba por la izquierda desde la pared trasera y sostenía la radio sobre el hule ajado. La tele estaba apagada casi todas las mañanas. El único ruido era el trasiego de gente por la casa de nuestros abuelos desde primera hora de la mañana... La luz del comedor cegaba con el sol desde primera hora, atravesando el jardín de la "casalcura", donde nuestra niñez se había esfumado, con Dionisio y María... Sobre la mesa, siempre, aquél viejo y raído bote de colacao, convertido ahora, y por siempre, en caja de las galletas. El vaso de leche caliente, humeante, frente a la silla, bajo la ventana cegadora. Y aquél fantástico bote de galletas que partir sobre la leche... Todavía recuerdo aquél bote, aquél fantástico y oxidado bote de galletas, completo mágicamente cada mañana hasta el tope con las galletas Río, crujientes y dulces... Todavía recuerdo su tapa descolgarse, romperse por los extremos, capturar en su interior las migas, mientras el abuelo seguía escuchando la radio. Luego lavarse la cara. Al rato, coger la bicicleta, cruzar sorteando el mercado y bajar la calle Molino abajo raudo y veloz... Arriba, en casa, se quedaban los abuelos. Y la caja de galletas...

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Yo me estoy acordando de nuestras "excursiones por la cara oculta de Sarrion"
Diosa! como nos podiamos perder?? jaja
Merx.

Anónimo dijo...

Claro que me acuerdo sobre todo hecho de menos a La Lina. Un besazo. R

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