jueves, 23 de julio de 2015

MAR DE ESTRELLAS


Le había prometido mil veces el cielo y mil una no se lo había alcanzado. Le había envuelto entre oropeles que a ella le confundían, que le hacían creer. La vida se le fue gastando entre los abandonos y las mentiras. Pero ella nunca le engañó. Él le hablaba de amor y ella echaba en falta una caricia. Él le señalaba las estrellas, pero ella, entre lágrimas no veía nada que no fuera un mar negro sobre sus cabezas. Él siempre le hablaba delante de la gente con un cariño envidiable. Ella sola, callaba.

Y las noches se hacían largas con los ojos abiertos mirando al techo o contando segundos a través del cristal mientras él dormía. "El día menos pensado me voy tan lejos que nunca me encontrarás" pensaba ella, soñando con pisar calles, con encontrar destinos... Con volar lejos. Mil veces le había prometido el cielo y ni una sola lo había cruzado.

Por eso, el día en que puso rumbo a su nueva vida, el nudo del estómago de Alicia no era un vértigo especial por el avión que jamás había visto. Las entrañas la exprimieron por dentro y se sació de un sabor a libertad que le invadió el cuerpo entero. Miró por las ventanas del avión y vio un mar de algodones. Miró hacia abajo y el mar tan solo le parecía un cielo al final del verano. Cerró los ojos y lloró. De felicidad. Cuando la lluvia reventaba el paraguas que compró en una estación de metro frente al Coliseo, Alicia miró aquellas piedras que se mantenían firmes bajo el agua. Así, como su corazón, también de piedra... Sintió que respiraba con mayor intensidad. Entonces, confundió las gotas de lluvia con las lágrimas que furtivas se escapaban, ahora que era de noche. Notó sus mejillas calientes, como otras veces, pero sin que esta vez el llanto le escociera en la piel.

Alicia se sintió feliz. Viva... Comprobó al mirar el suelo que la punta de sus botas empezaban a hundirse bajo el agua que crecía. Y ella, quieta, frente a las piedras y la lluvia. Cuando comenzó a caminar, el agua se rompió ante sus pies, surcando como un barco en medio del mar... Escuchó el sonido tibio de los neumáticos rascar el asfalto en contra dirección, vio abierto el escaparate de una cafetería, dos personas correr sin paraguas por la acera de enfrente... Y juraría que cuando miró al cielo - en tormenta - adivinaba a través de las nubes negras un mar infinito de estrella a cada cual más brillante que las otras...

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