martes, 7 de julio de 2015

DÍAS DE AIRES (ACONDICIONADOS)

Sol. Que me quema. No recordaba la última vez que salí de la cama, me fui al despacho y encendí el aire acondicionado de madrugada. La casa ardía. La noche también. Y mi cabeza. Mi último - o penúltmo twitter - lo resumía: "Dios me libre de las aguas mansas que de las bravas me libraré yo: algunos solo pueden conducirte a una patética decepción". Ahí lo dejo.

Me fui al sofá y me dormí después de rumiar la hijoputez última de algún idiota venido a menos. Patético. Lo dicho, algunos solo se van hacia allí... pues que se vayan, solos, o con quienes quieran acompañarles. Yo, a mis treinta y muchos, ya voy decidiendo que coces de los burros que quiera a mi vera...

Hoy estuve en el despacho toda la mañana combatiendo el calor con aire acondicionado. Cuando salí a la calle a tomar el café, ardían más los asfaltos que las tazas. Regresé a la comisión de Urbanismo con que comenzamos la legislatura y volvimos al sol.

Elena me recogió junto a la calle de San Pascual, puso el aire acondicionado a tope y salimos camino de la Patacona. Intentamos comer en Spaghetti&Blues: tarde. En la pizzeria sin gluten: nada. Y acabamos en La Mar Bonita con dos hamburguesas, un gazpacho y una ensalada. Nos echamos con calma y risas el café en la terraza espiando la conversación de unos jóvenes que querían contratarse chófer. Cosas de la vida, los niños antes veníamos con un pan debajo del hombro los que más. Hoy se traen chóferes... veas.

Nos pusimos panza arriba y boca abajo. La ola de calor se remataba con la escasa brisa del mar, Elena escupiendo agua y poco más... Así echamos las tardes y las risas. Con la mirada puesta en la boda de Laura y Alberto el sábado. Y con el otro ojo echando miraditas a los termómetros... Ola de calor, le llaman. ¡Pardiez!

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