domingo, 12 de julio de 2015
EN LA BODA DE ALBERTO Y LAURA
Laura y Alberto, mi más sincera enhorabuena.
Cuando hace unos meses me dijisteis que tenía que escribiros unas palabras para vuestra boda, calculo que no fuimos conscientes ni de que el día llegaría tan pronto; ni de lo difícil que iba a ser sellar una ceremonia tan especial como ésta de una manera más única todavía. Pocas palabras se pueden añadir a vuestro amor que no sean repetir lo que todos ya vemos, lo que sabemos. Le habéis dado consistencia al amor, hasta convertirlo en sólido, de tal manera que con vosotros, nuestros sentidos son capaces de apreciar la unión que ata vuestro camino futuro, desde hoy y para siempre. No hay que presentir vuestro amor: porque se siente. Se respira y se nota. Y eso os hace mejores todavía, porque juntos, los dos, sois mucho más. Vosotros dos, que habéis roto las matemáticas y nos habéis demostrado que uno más uno no son dos, sino que es uno compartido. Vosotros que no habéis dejado de sonreíros con la mirada cada vez que os habéis encontrado, sin apartarnos a nadie de los que os acompañábamos. Vosotros, que habéis conseguido darle un nuevo sentido a la palabra “complicidad”… Vosotros os habéis dado un “sí quiero” cuyo eco no puede silenciarse nunca. Quiero deciros tantas cosas, que no sé ni por dónde empezar. Solo me queda el consuelo de saber que las sospecháis y que, ni las echáis en falta si no las digo ni me las reprocháis porque sabéis que me siento tan emocionado compartiendo este momento que ya me perdonasteis antes de que empezara a hablar.
Nunca, calculo, pensamos ni aquella Fallera Mayor ni el periodista que un balcón nos podría unir tanto. A sumar con otros tantos amigos que hoy son nuestros hermanos y confidentes, nuestros cómplices, nuestra pequeña gran familia. Le pregunté a Laura en aquel balcón si tenía un minuto y me dijo que si yo se lo pedía, me daba un reloj entero. ¡Y nos hemos dado la vida, amiga! Espero, de corazón, que nunca le falten cuerda a estas manillas con que pasa veloz el tiempo, porque si de algo estoy seguro es que la vida nos puso en el camino para encontrarnos. Espero no fallarte nunca, porque sé que nos queda mucho por andar y todo ese tiempo yo seguiré inventándome las letras de las canciones cuando atardece en el mar mientras tú seguirás buscándome para reírnos otra vez más. Un día, Laura, a la que quiero y siento como la hermana pequeña que nunca tuve, nos presentó a Alberto. Un auténtico señor de los que no quedan, un amigo tan alto como gentil, tan buena persona como inteligente y divertido. El humor pertenece solo a la gente con inteligencia: y contigo siempre hay sonrisas. Alberto es uno de aquellos caballeros capaz de retarse estampando un guante blanco por el honor de su dama; él, que vino a complementar a Laura con un silencio y una generosidad absolutas. Un príncipe sin caballo capaz de desterrar del reino a cualquier “perfecto grosero” que la vida pusiera en el camino de ella. Y con esa misma generosidad, incalculable, admitió que junto a Laura, algunas personas necesitábamos compartir sus vidas. No todo el mundo es capaz de aceptar las “mochilas” de su pareja como nos hemos sentido acogidos por Alberto; que pasó de ser “el chico de Laura” a un amigo imprescindible en mi vida… Bueno, y hoy, al cuñado “pequeño” que tampoco nunca tuve.
Alberto: eres tan imprescindible hoy como Laura en mi vida. Solo tengo los mil y un deseos que ya sabes que tengo para ti. Y un reto: haz que Laura nunca deje de ser feliz. Haz que Laura sonría cada mañana al despertar contigo y solo quiera acurrucarse a tu lado cuando el cansancio del final del día os deje sin fuerzas. Envejece junto a ella sin que pierda nunca la ilusión de oír tu voz, sin que eche de menos tus besos, tus abrazos y tu mano amiga para caminar por la vida. Haz que el brillo que hoy reina en su mirada siga incendiando vuestros corazones el resto de la vida, de una manera eterna e inmortal. Piensa, además, que cuando lo consigas, porque los caballeros de los cuentos siempre conseguís vuestras gestas por difícil que sean, no haréis solo feliz a vuestra reina. A todos los que, de una manera u otra, nos sentimos dichosos por vosotros nos estáreis ayudando a ser más felices… A vivir con mayor alegría. A vencer a vuestro lado.
Laura, batalla cada día por hacer feliz a Alberto. Contagia tu energía y silencia sus errores, perdona al hombre cuando el hombre yerre y rectifica cuando la mujer sea la que se equivoque. Sonríe con la felicidad cogida al alma y camina con la fuerza que tu corazón dicte. Siente la placidez de hoy, en el inicio de esta aventura, y cabalga la vida entera junto a tu príncipe. Vosotros, que nacisteis para reinar, tenéis por delante la historia más maravillosa que nadie pueda imaginar. Que vuestro reino sea amor y vuestros dominios una complicidad desbordante y una felicidad sin límites. Cogeos de la mano y comenzar el camino, en el que ni faltarán amigos ni sobrarán piedras. Y no dudéis nunca. Nunca. Habéis llegado hasta aquí porque nadie complementaba al otro tanto como cada uno de vosotros: en un concierto o en un faro de Formentera, en un destino lejano o en la cercanía de una noche… Nunca, nadie, completó a otra persona tanto como Alberto a Laura y Laura y Alberto. Por eso merecéis lo mejor. Por eso y porque os queremos de una manera desbordada, porque sin saberlo nos habéis regalado tanto que estaremos siempre en deuda con vosotros…
Gracias por amar, por compartir, por sentir, por soñar. Gracias por dejarnos vivir todo esto a vuestro lado. Que nunca, nada ni nadie, rompa lo que aquí hoy nace, porque nunca hubo cuento más bello ni principio más hermoso para una historia de caballeros.
Enhorabuena. Os quiero.
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