viernes, 27 de febrero de 2015

YO, A MIS EXCESOS


Esto significa que es marzo, o casi. Que sólo me queda mañana para gastar un descuento de Consum en febrero. Y que aquellas olas batientes de Sri Lanka quedan ya lejanas. Se va a toda mecha el tiempo y la vuelta a las fallas, a la plaza, a las mascletas y a las retransmisiones se hace inevitable. Hoy Mislata estaba nublada, pero la plaza del Ayuntamiento tenía veinte grados, unos naranjos nuevos y un cielo de apoteosis traquera. Las fallas están aquí. Eso es inevitable, innegociable. Afortunados nosotros, los que suspiramos por la pólvora y nos contagiamos con esa anarquía ordenada que son nuestras fiestas. Bueno, las fallas, para mí, son algo más que fiestas. Pero seguir en esta línea o me quedará cursi, o excesivo. Y ya lo sabéis, yo hasta para ser excesivo soy excesivo.

Anoche tuve pleno (ayer tarde) y luego Junta de la empresa pública, me fui a casa con sensaciones encontradas y un salmón esperando en la nevera. Siempre es importante que te espere alguien en casa. Me fui a dormir más tarde de lo que pretendía, que es un sino en mi vida, algo innevitable, Y hoy me desperté con voluntad de viernes como no hacía tiempo.

He solucionado problemas en el banco, me he acreditado, he conseguido encontrar un regalo que quería grabar y por supuesto he trabajado. He comido en Las Brasas y me he vuelto al despacho, desde el que se adivina una tarde de fallas, de chaqueta y pañuelo, chocolate y buñuelos... Y ahora sigo, reunión y gala esta noche. Fin de semana a tope. Y las pilas puestas. Puestas no. Puestísimas. Pues eso. Que sigo en mi montaña rusa de derroches y así, como en todo: yo, a mis excesos.

Y llegan las fallas. (Si es que alguna vez se fueron)

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