miércoles, 17 de septiembre de 2014

CALOR Y MITAD

Sin darnos cuenta, siempre, enfrente, sin espejo, una imagen nuestra nos dibuja y se desdibuja. Nos condena. Anoche, a las tres de la mañana, recorrí el calor de la ciudad de madrugada en un taxi tras haber compartido mantel y copa con Cuchita y con Cristina. Una cena pactada hace tiempo para ponernos al día. Nos dimos cita en la embajada del buen paladar y regamos la noche con un vino alicantino, buenísimo.

Esta mañana el despertador sonó roncó rompiendo mi sueño sin descanso. Pude recaer no sé exactamente cuántas veces y la sensación de que aún queda todo por delante me arrastró fuera de la cama. Subí una foto al facebook como recuerdo de risas de la noche anterior y volví a mi seriedad de calles estrechas y cielos despejados. Calor de septiembre aún. Echaremos de menos estos días cuando el frío lo envuelva todo, pero hoy por hoy, el aire fresco cuando corre es un alivio inesperado...

Una llamada de teléfono me habló del peso social de la gente. Yo el peso recuerdo el de la paja de Terenci Moix, tan de mi adolescencia tardía, y el de la báscula insoportable. Adelgacé. Calculo que a base de carcajadas y de esperanzas.

Me dí cuenta que vivo tan colgado de un nombre como de un apellido. Me dí cuenta hace tiempo. Mamá llamó para decirme que no le llamo. Mi hermana. para decirme que tenemos ya el regalo de papá. Y yo, calor en mano, voy cerrando calendarios y tareas con la sensación de que casi fue imposible que nadie llegara a nada... Así me pasan los días. Hasta este miércoles de ecuador (calor y mitad) que nos trae una semana más a la tele. Enseguida. Antes de que me dé cuenta estaré repasando la barba ante el espejo y antes de la ducha. Sin saber qué ponerme. Ese "ay" tan ridículo que me atosiga más que nunca y pensando en yo qué sé...


La vida anoche se me quedó tras las ventanas de aquellos portones que pedían lluvia a gritos. Aquel palacete de ensueño dormido y perdido tras el que se escondieron las bondades de un pisco peruano. Y la noche que nos fue arrastrando, sin parar. Sin cesar. Sin dejar nada en el olvido...

Pasé de largo si me alcanzo. Sin pedir más de lo que doy nunca, ni dando o consiguiendo tanto como muchos podrán creer. Alguien vino hoy a hablarme del peso social y yo, que siempre ando despistado en estas cosas, miré hacia el cielo y pensé... Es verdad. Aunque parezca lejano. Es verdad.

No hay comentarios:

DIARIO DE UNA CATARSIS. Capítulo 14.

DIARIO DE UNA CATARSIS. Capítulo 14. "Bendita locura" En la limpieza de fotos, anoche, volvió a aparecer el bueno de Paulin...