jueves, 27 de septiembre de 2012

CARTA. TIEMPO DE TORMENTAS.



Las entradas de los otoños suelen ser difíciles para mí. Suelen serlo porque venimos de los placenteros días de verano donde, entre amigos y soles, se le pasan a uno los minutos de vida con una fuerza y un placer que derriten los sentidos... Me encuentro frente al teclado a las tres de la madrugada. Vengo de un programa más de tele y una cena menos con amigos: Kepa, Diego, Leo y servidor compartiendo risas y "albortos" en la mesa madrugada del Mel's. Acaso si hoy ni encontré el chic american del primer día, pero entre hamburguesa y cocacola me pego unos bocados a costa de mi insomnio y calculo que ahora no tengo ya ni cinco horas de sueño...

Sobre la mesa, una carta.


"Querido Jaime:

Se avecinan tiempos de tormenta. Se avecinan sin que yo esté tan débil como pueda sentir cuando las penas me tambalean ni tan fuerte como otros esperan. Sencillamente vivo. Y me sorprendo, en los paseos que dan mis palabras, cuando la noche os duerme a los demás, porque me da la sensación que de mí se espera tanto que me abrumo... Y a veces freno. Tengo que reemprender el camino del futuro, que es el que nos lleva a mañana. Tengo que reemprender la mirada al cielo, aunque se calcule gris oculto entre nubes espesas. Tengo que recoger la palabra y sentir la fuerza de saber que podré. Porque al final siempre es una cuestión de voluntades y sé, aunque sea en el fondo de este resquicio que me deja la madrugada, que querer quiero. Así que si quiero y hay gente que desde la amistad siempre me ha apoyado porque confían en que puedo, habrá que navegar: "Con tu puedo y con mi quiero vamos juntos compañero". Benedetti. Palabra del Señor...".

Se avecinan tormentas, lo dice el parte. Se avecinan y los releo en estas madrugadas insomniadas que arrastro desde hace ya días. En menos de cinco horas mi sobrina llega a casa, porque hago hoy de niñero. La llevo al cole. El día se va a alargar: reunión por la mañana, seguro, visita a Valencia, regreso, reunión de equipo y pleno. No hago pleno, pero casi. Y aún así, un caminito de dudas serias y de baches que aparecen siempre alrededor de una sola voz.

"Como creo que puedo, seguiré mi camino. Crecerá como en una primavera tardía las ganas que he ido dejando por el camino, porque está España desganada. Somos ganado desganado. Lástima. Hacia adelante. Me tocará el camino, aunque confío, ya lo escribo - así ojalá también lo deje suscrito - que ni es fácil, ni hay regresos... hacia adelante, al fin y al cabo. 

Me pierdo entre las noches despejado: hoy con un cortado descafeínado y dos cocacolas. Hace tiempo que sé que la cola no me desvela, por eso ando cabizbajo, con la cabeza, este motor pesado, estresando un desconsuelo continuo, a base de muchos proyectos, muchas ganas, muchas esperanzas... y una larga espera. Al final, lo tuiteaba hoy: esperar. Y entre espero y espero, desespero. Mi cabeza no responde sólo mis preguntas, imagina las respuestas de la otra persona en estos momentos. Calcula las escenas, los escenarios... Y yo, como una marioneta, me recoloco a mí mismo delante de cada situación, cada vez más dura, más dañina, más perversa... Me hago mayor. Hoy, colgado en un baile de danzas contra mi almohada blanca, lo pienso. ¡Tete! Qué voy camino de otra década... Y aquellos días de colegio, en que a mí me llevaban, cada vez están más lejanos. 

Voy despidiéndome ya. Vamos hablando. Te espero mañana. Un beso."

Cierro de nuevo el papel y releo. Una carta, mañana camino de otro buzón. Y ahora, con el despertador puesto a la hora, pienso en un vaso de agua y en cuántas horas le quedarán a la noche. Espero un mensaje que me diga que empuje a seguir con mi brío de siempre: son las horas bajas de la marea... A falta de lunas llenas.

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