Cuaderno de bitácora de jueves tarde: autobús y playa, moleskine y futuro. El run-rún de las olas del mar se colaba por los cascos mientras iba cayendo la tarde. Sonará a literatura, pero es verdad. Verdad verdadera. El aire se llevó mis deseos y alcanzaba el final del día soñando con todo lo que se puede soñar. Me dejé el disco entero de Pablo Alborán y luego el homenaje de Cuba a Sabina. Perdí un autobús quedando con la Guti por teléfono y cambié los estreses por calma y esperas. Esperanzas que nos desesperan. Cené en nada, pasé por la ducha: me cambié y en bus a Sa Fonda, nombre de bar con tantos y tan buenos recuerdos de mis pitiusas. Gueguel, Luis, Pablo, Raquel, Raúl, Lorena y sus dos amigos. Selección de tapas y remate con café. Regresamos a pronto con los calores nocturnos de julio, víspera de Santiago.
Santiago ya no es lo que era. Eran mañanas de Sarrión, regalos de abuela, programas de Radio Nacional, hermana en la comida y cielos de a medias. Aquellos Santiagos ya se fueron. El de hoy lo pasé con Elena paseando las horas por las Arenas. Así soñador. Llegué a casa y me duche. Fui respondiendo a los whatsapps de felicitación y vistiéndome para ir a la comida del jurado, como cada verano.
Se ha convertido en un divertido mano a mano con Juanfran Solivares ante la caída del equipo: la alquería del mar. Espectacular antiguo Marrasquino. Picoteo y plato de excesos con tiramisú de naranja y crujiente de pistachos.
Llego a casa y filosofo sobre la vejez y el paso del tiempo. Y las desesperanzas a que condena la realidad nuestras esperanzas de futuro. Las mías, una vez más, dando vueltas como noria que no para... Que no cesa... Como la vida. Que es bella.
Y en nada me recoge Manolón. Vino y proyectos. Seguiré soñando y esperando aquello de lo que ya no despierto. Aquello que seguiré soñando, la vida entera. Y dejaremos que el verano haga mella de esto que nos pasa... Si es que sabemos qué es lo que es...
No hay comentarios:
Publicar un comentario