domingo, 27 de julio de 2014

A NUEVE MINUTOS DE LA MADRUGADA

Se ha ido el domingo entre episodios de Gran Reserva con el calor más duro del julio sin calores. Escribo mientras la tele, alta, suelta los monólogos de El Club de la Comedia. He tenido sensaciones dispares desde que acabamos la noche en el McDonald's, Laura, Alberto y yo. En el banco, con patatas y cola zero. Me desperté enseguida. No duermo, nada. Voy acostumbrando mi cabeza a despertarse a horas que no debo. Bajo y compro la prensa. Estropeo el móvil. Subo a casa y me llaman mis padres. Están en el bar del que acabo de subir. Así que bajo y tomo un cortado. Cocino unas bravas y sigo la tarde. Cuando la ansiedad me aprieta, la dejo frita con aceites de cocina. No me gusta la idea. A mi báscula menos. Pero pasan las horas sin que haga nada más que ver las desventuras de Don Vicente Cortázar y familia. Tomo decisiones que no apunto en ningún sitio (casi que debería). El calor sigue ahora de noche, a nueve minutos de la madrugada de un domingo sin ganas de nada. Lo presiento también en esto que escribo. Así que voy a dejar de maquinar y me voy hacia la cama... Facebook entra en pausa. Debería de saber de qué manera. Pensé esta tarde en cómo se desaparece cuando la vida tiene que ser otra. Pero sé que esto es solo el verano y que mañana es lunes. En cualquier caso, apunto ideas por escrito en la moleskine de proyectos. Y uno vital sobre el que seguir indagando: cómo se van las palabras distanciando de un amor que no sabe que ha de corresponderse.

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