lunes, 20 de febrero de 2012

LA HISTORIA DE PHICK


Phick se puso al borde del abismo y miró hacia detrás. "Tengo rabia" dijo. "¿Por?", le preguntaron. "Tengo rabia". El aire le batía gélido a golpes, zarandeándole fuerte contra la cara. "Si estuviera al borde del precipicio alguien pensaría que voy a saltar, si estuviera frente a la caída y diera el paso notaría contra la gravedad caer el cuerpo y la mente... Pero no. Estoy sentado en la silla, al borde del abismo de las sensaciones que podamos tener cada uno. Yo de las mías. Me llamo Phick Dante II y vivo en mi ciudad de futuros, mirando por la ventana a la nada. Me siento como un péndulo...". Mientras dejó recaer el cuerpo de manera más rotunda contra la piel del diván el doctor le repitió: "Me decía usted que tenía rabia...".

- No, no la tenía - paró bruscamente, miró fijamente las cejas pobladas del viejo, ocultas bajo unas gafas de cristal grueso y reprendió la conversación - La tengo...

Le hubiera encantado que allí sonara el reloj, que la alarma rompiera el tiempo. Pero no hubo suerte y como el viejo no le interrumpió siguió al rato:

- Tengo la sensación de no parar de hacer cosas que nunca salen, de decir palabras que nunca se oyen, de lanzar gestos que nunca se ven - prosiguió - Tengo esa sensación, ¿sabe? De vez en cuando, en el camino, se cansan las piernas o tienes sed, entonces te sientas un poco a mirar el recorrido o buscas una fuente con que saciarse - se sentó en el diván...

- Túmbese de nuevo, por favor.

- No me da la gana - el silencio abrupto rompió todo. También entonces quiso que sonara la alarma... Pero no sonó.- No quiero, de verdad. No quiero tumbarme, no quiero que me digan que tengo que tumbarme... Sólo quiero un poco de aire. ¿Lo entiende doctor? La vida no siempre es justa pero me parece maravillosa, no tengo ningún principio de nada, bueno mis propios principios que a lo mejor no son los más acertados, pero son los que siempre he llevado a cuestas y los que otras tantas veces me han arrastrado... Yo creo así. Por eso, cuando te hace falta más aire, descubres que hay alguien que no te dejará sentarte cansado en el camino o que vaciara la cantimplora antes de que alcances a beber aunque sea la última gota de agua... ¿Sabe? Por lo general al final la culpa siempre es de los otros, sin embargo esta vez, lo tengo claro, aquí sentado en el diván al borde del abismo, la culpa es mía... Por alguna extraña razón siempre me ha gustado confiar en la buena voluntad de los extraños...

- Esa frase no es suya,...

- ¿Podría cerrar la ventana? - el doctor la cerró - Es injusto el dolor... Y casi siempre tiene menos dimensión del dolor que nos causan... ¿Alguna vez ha sentido usted un dolor menor del que esperaba?

- No. - Contestó tras un silencio grande.

- Yo creo que sí...

Sonó la alarma.

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