miércoles, 7 de diciembre de 2011

TRISTEZAS, NOSTALGIAS Y MELANCOLÍAS




Estar nostálgico no es estar triste. Estar melancólico tampoco tiene porque apartarnos de la alegría, pero entendemos siempre estos sentimientos con esos condicionantes y nunca sin ellos. Yo creo, después de ver algunos mensajes que me envía la gente, que debo estar trasladando una inquietante imagen propia de tristeza, que no es así. De todas formas, la vida es curiosa: no nos da margen para estar tristes. La gente no te deja estar triste y te bombardean cuando lo estás. Yo no estoy triste. ¿Nostálgico? Tampoco creo, soy más de futuros que de pasados... Pero quizá melancólico sí. Tengo demasiado tiempo últimamente, tanto que lo malgasto inútilmente y cuando la luz ya ha desaparecido es cuando me he dado cuenta de que se me ha ido de las manos. Hoy, por lo menos, he fregado la cocina, he escrito algunas cosas, he resuelto temas de imprenta para la falla, he intentado arreglar unas cuestiones de sonido y ahora me prepararé en nada para irme a la tele...

Esta noche tenemos programa y luego parranda programada: Leo, María Tomás, Carla, Laura, Kepa, Diego y servidor. Calculo, aunque puede apuntarse quien quiera desde ya mismo... Los tristes no harían cosas así. Ni los nostálgicos: hemos amenazado con pasarnos por un karaoke con esta dosis irrefrenable de constipado que me acompaña desde que comenzó el último mes del año.

¿Qué cómo estoy? Bien, aunque he tenido momentos mucho mejores. Pero tranquilo, descansado, sosegado. Bien. Quizá los inconformistas luchamos por decir que estamos muy bien, pero en breve, seguramente, podré decirlo.

Anoche cenamos por sorpresa Laura, Richard, Angelita y yo en El Camerino. Digo por sorpresa porque estábamos tan cansados de los ensayos de la presentación que todo apuntaba a que haría pronto el camino de vuelta a casa. Lo hice en bus. En la cena hablamos de muchas cosas. De lo divino y de lo humano. Pero me pasó una cosa surrealista y anecdótica: cuando iba a entrar al bar me topé con un cartel que anunciaba el restaurante abierto para el día de Reyes. Estuve a nada de decirle a Amor que se le había ido la pinza, que se había confundido con el cartel y se lo había dejado desde navidades. De repente caí: estamos en diciembre. Estaba casi convencido por el clima preprimaveral de que era marzo... Casi. Muchas cosas ayer me recordaban al mes de marzo: comida en la calle de la falla, el olor a pólvora,... Así que hoy pusimos la maquinaria en marcha y planeamos qué hacer en nochevieja, que aún no hay plan. Aunque será cuestión de tiempo... Digo yo.

Hubo un tiempo que era fácil. Los inviernos eran siempre en casa de la Lina desde la nochevieja. Los tejados tenían nieve, las campanadas eran en la Iglesia, el 1 de enero era día de sol y frío de levantarse tarde... Mi primera nochevieja fuera del hogar, fuera de casa fueron todas porque nunca he estado en Valencia, fue a París. Mi primer viaje que se revuelve ahora con más ganas como destino. Y pasé así todas de lugar en lugar... Este año, de repente, por nostalgia o por melancolía, aún no tengo plan. Pero no por tristeza. Aunque también es cierto que este año los tejados ya no tienen nieve...

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