jueves, 19 de mayo de 2011

ETIQUETAS



España acampa por un cambio en la política, lo hace en las plazas mayores reclamando una nueva manera de ser gobernados, pero no una nueva forma de pertenecer al gobierno o de participar en la vida social. Yo hace cuatro años dí un paso, decidido, por cambiar la sociedad en la que vivo: ese cambio me ha permitido soportar estoicamente comentarios sobre lo bien que me había "colocado", aguantar debates de política en mis horas de ocio, comprobar como la gente piensa que los políticos nos enchufamos o enchufamos a los de alrededor... Quedan poco más de veinticuatro horas para cerrar una nueva campaña electoral. Los que creemos en esto, los que estamos decididos a trabajar por la sociedad, echamos ahora el resto en campaña que es el proceso habitual que precede a la apertura de urnas. La revuelta social, la que algunos intentan injustamente comparar con las revoluciones recientes de Egipto, nos acompaña con otro ritmo. Y a mí, que me apasiona ver que la gente, y especialmente los jóvenes, se colectiviza y nos reclama cosas, me hunde la pena de pensar que no hay tal revolución inocente y espontánea. Que hay algo más. Y es, ese mismo algo que a diario me ha hecho batallar, desde dentro de un partido político, por mejorar la ciudad en la que vivo y convivo.

Esto no deja de ser una declaración de intereses, personales e intransferibles. Por dejar claro que creo en lo que hago y que a ojos de muchas personas mi trabajo de poco o nada servirá, porque la gran mayoría piensan que yo, lo único que he hecho, es colocarme. De poco servirá que diga que cobro ahora menos que antes de estar en política, que no he conocido a nadie que me haya prometido nada, que no me haya abierto ninguna puerta (más bien al revés) o que me dejen decir que yo, sintiéndolo por el saber popular, no me he colocado ni me han enchufado en ningún sitio. Me gustaría pensar que esta "revuelta social", la que ya tiene líderes que hablan con los medios de comunicación, nace de la espontaneidad y de las ganas de batallar, de dar el callo, de cambiar las cosas... Si fuera así, que nadie lo dude: sería el primero en coger mi cazadora y bajarme a la plaza para dormir al raso. Pero, ¿por qué este proceso, esta revolución pautada, llega a tres días de unas elecciones? Llámadme desconfiado, pero... El mayo francés de estas lluvias españolas dista y mucho de una realidad social. A qué esperaremos ahora... Romperemos la jornada de reflexión (y no será la primera vez), batallaremos los unos desde aquí y los otros acullá y el domingo, derrotados y vencedores, ganadores y vencidos, volveremos a los titulares de un fin de semana pasado por agua y urnas. ¿Justifica este movimiento la abstención? ¿Provocamos que los jóvenes se alcen en rebeldía antes que den su voto al Partido Popular, a la derecha? No me siento parte de una derecha, me siento parte de un colectivo que de verdad trabaja cada día por mejorar una sociedad. Y el resto de las etiquetas, me vienen grandes... Demasiado grandes.

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