miércoles, 18 de mayo de 2011
DECADENCIA
Hay caídas, como las del cielo, que son gloria bendita. Hay decadencias sempiternas que nos condenan a empezar de nuevo, a crecer, casi a nacer, huérfanos de pasado y volver al vuelo. Hablo de nuestra decadencia, de la personal, de la de cada uno. Nos sentimos a menudo abatidos sin saber ni tan siquiera por qué, pero nos sentimos amodorrados, fuera de lugar, sin ganas de y con penas por, desmontados, desorganizados, como si el corazón que late no fuera nuestro... Sin embargo, piensa en el cielo cuando cae: no es algo maravilloso. Deberíamos de aprender a parar de repente, en mitad del atardecer, y salir a nuestras ventanas para ver la decadencia de cada día. Nos perdemos mil atardeceres y no es de ley. Se cae el sol, nos cierra el día y nos quedamos acobardados, en silencio, sin mayor cabilación que nuestras preocupaciones o incluso inmersos en una cantidad de nadas que nos apartan de un momento tan excepcional...
Sé que a mi alrededor tengo amigos que viven horas de decadencia y les pido que vuelen, o que salgan a la ventana cada atardecer para que comprueben que el sol cae para ellos. Cuando os sintáis abatidos, como ahora, pensad que queda camino por delante y aunque no importe cuál es, empezar a andar ya es bastante. Me siente peregrino de muchos de esos caminos que se crecen ante mí como escapes de salida o direcciones que nos llevarán, quien sabe hacia adónde. Y en ese paseo general, en el que cuando me he sentido decaído estaba más decaído que nadie. Y ahora, desde una tribuna alejado, preocupado sólo por mis preocupaciones, que me dejan sin atardecer los próximos días, muchas de las batallas que mi gente estáis librando las observo, en distancia, casi como un espía acurrucado, en silencio. Pero no creáis que no las veo, que no las miro, las analizo e intento combatirlas... para cada cosa su tiempo. Y para cada tiempo, un cielo en decadencia.
Lee estas líneas. Leélas tú que te sientes ahora tan abatido o tan abatida, que no ves cielos, ni crepúsculos, ni atardeceres... Tú, que te has dejado empujar por tu decadencia negra y oscura. Párate a leer mis palabras de amistad, ahora que tengo tiempo para nada, y sé una imagen sincera de algo que queda escondido muy dentro de ti: ¿qué motivos tienes para la alegría? Pues coge ése, el que te place, el que nos puede acompañar, el que te hará disfrutar de un cielo de primavera con nubes otoñales y exprímelo, házlo tuyo, y mío, compartido. Comparte conmigo ese momento fantástico al que te quieres coger y yo, de la mano, te llevo a mi ventana para que veas la decadencia absoluta de un nuevo día... Porque mañana, mi querida amiga, mi fiel amigo, el día nos regalará otra decadencia mayor con la que sentirnos afortunados...
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