martes, 17 de mayo de 2011

AMOR DE MADRE (Y DE PADRE)



Me alargo en la madrugada consciente de que se pasa la noche. La tele hace rato que arde sin que la mire, si apenas la escucho, tal vez entre el griterío. Quisé escribir esto antes de la medianoche, para que mi hoja se perdiera en lunes, pero las elecciones y el cansancio, a tiempos desiguales, marca el ritmo y la pauta, a la espera de que llegue el próximo domingo.

Ayer rompí ese tempo: ayer volví a comprar la prensa, mis tres periódicos de domingo, por la mañana. Me recogieron Rosa y Óscar, con Edurne y su coche nuevo para ir a l'Eliana. Comimos en familia. Papá y mamá celebraron cuarenta años de casados. No me gusta el tiempo fugaz que vuela cuando veo como envejecen los papás, y sin embargo lo adoro al ver a la pequeña Edurne inventarse mil mundos que compartimos con mi falta de madurez y su ingenio desbordado. Cuarenta años después, con María Jesús y su mano vendada, con Ángel, sin Marta que se adolescenció ella sola... Pasamos la tarde comiendo y bebiendo, costumbre mediterránea. Luego nos fuimos al jardín a beber champán. Yo un café del tiempo. A hablar del mundo y de lo venidero. A echarnos unas risas y hacer planes de futuro... no consigo imaginar los planes de futuro que harían mis padres hace cuarenta años. Se casaron por quererse, soñarían con que llegaríamos e intentarían buscar una felicidad que confío han encontrado.

No hablaré más de papá y de mamá, porque ellos no leen hojas que pierde su hijo. Pero me siento terriblemente orgulloso de ellos, de lo que nos han dado a Rosa y a mí, de lo que fueron capaces de inculcarnos ellos que tuvieron ausencia de casi todo y de cómo batallaron para llegar hasta aquí. Y seguir. Les debo casi todo lo que tengo y un bagaje de cariño que me administro con mil recuerdos... Lamento recordarles trabajando hasta que ya me había ido a dormir, pero me alegra recordarme acostado sobre mamá en el balancín, frente a la tele. Comiendo en la cocina. Subiendo en coche a Sarrión o bajando del pueblo escuchando la radio o una cinta de rancheras, que siempre fue la misma... Vaya mi más sentida felicitación y el abrazo más fuerte que me salga por tanta generosidad como han tenido mis padres con nosotros... Un beso. Muy fuerte. Os quiero.

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