Lo dice la tele: los pepinos españoles no tienen la culpa. Pues válgame Dios, menos mal. Porque la gente se empeña en buscar siempre culpables de todo y en todo, y saber ya que los pepinos españoles no tienen la culpa, pues quieren que les diga, ayuda a salir hacia adelante... Hacia allí voy, hacia adelante, no hacia las idílicas piscinas naturales de Pobra. No hacia el cielo ni los infiernos... Yo. Yo, que a las cabañas bajé, a los palacios subí, a los claustros escalé y en todas partes dejé memoria amarga de mí,... Hacia adelante: sin ningún dato más.
He empezado a escribir una libreta con detalles. Porque en la vida hay que tenerlos: mi día que empieza con un café con sorpresa en la calle, con un camino en la mañana y un echarme el mediodía en ningún sitio. Llegué con mi ansiedad a casa dispuesto a comer, pese a la báscula, todo lo que se me caiga encima y, ahora, que se me va la noche, me empeño en escribir algo antes de ponerme a arreglar la casa y ver la tele... Mañana tengo cita a las doce de la mañana con una jornada de tele, grabando una publi de Loewe. Luego comeré y me reúno con la intención de seguir adelante... Y me pongo a preparar el programa de la tele y el pasado mañana. Haré el programa por la noche y planeo escaparme a picotear algo. Aunque sea mi curiosidad.
Me siguen llegando las llamadas que dan por hecho mi futuro si bien me dan a mí alas para que vuele. Y doy las gracias. Porque sigo recibiendo el abrazo que no requerí, el cariño que no me urgió y el aplauso que no esperé. Y eso me hace sentir tremendamente afortunado... Aunque esta tarde, el run run de mi yo, que pasa por mañana, me sonara a la espera de saber si esa fortuna será la mía... Oh, destino (que no llegue tarde mi mañana ni se vaya pronto mi ayer.).
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Segundo reto: que las aptitudes que me preceden las sienta yo como espejo de vuestras palabras.