Me desperté a las cinco de la madrugada. El frío es espectacular, noto los pies helados, como las manos. Hasta hace nada anduve en sueños corriendo con mis padres por las calles de Mislata hasta casa de mi hermana, nos perseguían: la sorpresa fue la calle derruida, Antonio Aparisi, devastado entre derribos y escombro. Me despierto. No lograba conciliar el sueño y por un momento me perdí en desvelos que acrecentaban los miedos de la noche. La soledad en la noche asusta, cuando se tiene miedo... Me suena el despertador, lo apago y me duermo involuntariamente tras una noche de trasiegos y cansancio: me despierto de repente. Me meto en la ducha y llego a la reunión de la mañana. Vuelta por el pueblo, comprobando algunas cosas y planificando algunas otras. Llego al despacho y si apenas tengo tiempo antes de que me recoja Manu para irnos a comer. Ayer tuve programa en la tele, comí en casa de José y de Ana, que me pusieron al día de Mauricio y París. Lo pasé genial, comí de maravilla y me senté, invitado, a la mesa de una casa amiga. Eso es impagable. Luego televisión y programa, con mucha gente. Divertido y pensando ya en el futuro (cada vez más presente). La noche: una taza de caldo, la espera del sueño y a dormir. Estaba lo suficiente cansado...
Nota al margen: me duele el Sahara por los cuatro costados. Hace un año estuve a punto de partir a una expedición al poblado Saharahui, me hubiera encantado vivir aquello en primera persona, pero no pudo ser. Hoy, que compruebo con rabia, el silencio que se vierte sobre el dolor ajeno, lamento no alzar la voz de una manera más clara. Algo debe de decirse, algo debe de hacerse. Silencio, solo eso. Pongo "solo" sin acento porque así lo marca la nueva gramática... Sáhara huele a gramática parda, de dolor. Que alguien haga algo... Porque duele.
El cielo se ha recuperado. El frío ha disminuido. Salgo ahora de comer y escribo desde el despacho. Un mensaje de David mejoró mi mañana. Ahora trabajo, a las ocho otra reunión y un japonés en la agenda de esta noche, antes de pasar por Cyrano. Debería de buscar una manta de más, y un cansancio de menos... Queda mucho por delante. Empecé a escribir una cosa para Juanjo. Mi vida sigue, junto a la vuestra...
Cierro el ordenador y sigue mi tarde.
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