Escribo coplas últimamente. Coplas nocturnas. Anoche fui insomnio a basé de café y coca cola. Anoche tuvimos pleno en el Ayuntamiento y me fui con la conciencia tan tranquila, tan hermosamente relajada, que la misma sensación me fue paseando por la madrugada. Mandé algún mensaje entre gente que hace de la noche su espacio, aunque sea a golpe de trabajo ¿eh, David? Pensé en algunas otras cosas...
Qué bonito sería, pienso ahora. Recordar, así, frente al mar, con la brisa, sobre todo y al borde de la nada... Estudio el calendario de cabeza con la intención de volar, a Londres, con mis padres, regresar allí, pronto... Que bonito sería... Comí con ellos ayer y con mi hermana, en el wok al que les he ido enganchando. Luego, por la tarde, me fui a trabajar al despacho, al pleno, a un truc nocturno, a un insomnio de demonios...
Esta mañana ha regresado, fiel a su valor primero, a bullir mi sangre: necesito que sepas que no estoy, es importante. Y esta inconsciencia tan oportuna, que me hace sentir grande, hace que crezca con un desplante, con un silencio indiferente, con una falta de palabra... Ha vuelto esta mañana después de una noche en la que costó dormir y desperté de repente y me puse en pie... Y solucíoné mucho, muchísimo. Ahora quiero cerrar el despacho y salir a comer. Me he prometido un café con Sonia esta tarde.
Sale Ángeles del despacho, mañana hablo de su noche, la de hoy, que se prepara por todo lo alto. Recibe un premio: se lo merece. Ya os cuento. Hablamos de cien mil cosas y le resumo la mañana. Son las tres de la tarde... Cierro. Y seguido.
Que bonito dice la canción de Zenet. Que bonito sería... Volver al sol de la memoria, dejar de lado el ruido y las nubes, ser del precipio y de la sal marina. Que ganas, qué bonito sería...
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