viernes, 11 de septiembre de 2009

SUCEDIÓ EN NUEVA YORK



De mis pasiones personales, la que arrastro, sin dudarlo, Nueva York, aunque huele a parada y final de destino cada vez más cercana. Hace ocho años, un once, de septiembre, me quedé inmóvil ante la puerta de casa, mirando desde el recibidor el segundo impacto de un avión contra las torres gemelas... Hace ocho años mi padre predijo que no era un accidente el primer atentado y saltamos contra él haciéndole ver que eso, lo que el pensaba que pasaba, y pasaba, tan sólo ocurría en las películas... Mis películas de Nueva York son de amor, no de atentados, ni de bombas. Son de paseos a la sombra recortada de un sauce de Central Park y paseando de la mano por el puente de Brooklyn. Mis películas de NY son besos furtivos con el skyline al fondo, triste desde que ellas cayeron... A veces, sin saberlo, vivimos etapas de la vida, hechos históricos que nos dejan anclados a un segundo y recordamos por siempre. Yo soy capaz de recordar aquél martes, lejano ahora en el tiempo, pero tan presente, siempre... 11 de Septiembre. La fecha, para cualquiera, ya es la de la muerte y la ceniza. Recuerdo aquellas portadas de gente despavorida, la más segura hasta entonces del mundo, llorando entre gritos, andando como zombies por una de las grandes avenidas. Recuerdo la cara, de aquella señora negra, cuando los negros nunca soñaban con presidir el país, terrorífica y derrotada ante la barbarie. Y los bomberos, la policía,... Las víctimas inocentes saltando entre las ventanas, despidiéndose por móvil, y volando del infierno al suelo. Dolor. Absoluto e increíble dolor de una estampa de sueños y pesadillas... Siempre tengo la maleta hecha para irme a Nueva York. Desde hace ocho años, aunque sé que con la ausencia del World Trade Center, con más ganas que nunca. Para ver a King Kong escalar el Empire huyendo del mal que puebla la tierra. Para tocar el saxo de Woody Allen. Para vivir como Frank Sinatra, bailando de marinero, a la sombra de Liberty. Hoy he recordado aquello que no se borra, aquél 11, aquél septiembre, aquél que yo mismo era entonces, más inocente, pero con la misma suerte y las ganas de volar hasta Nueva York, la ciudad de los azules que conquistan, de las sombras de día, de las luces de noche, del paseo hasta siempre... Nueva York, llorando, ocho años después por más de 2000 víctimas y una imagen que no se nos borrará nunca...

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