miércoles, 26 de agosto de 2009

CUATRO MINUTOS Y NUEVE SEGUNDOS

Cuando el piano comenzó a sonar, a Matilde Buddermat, le quedaban cuatro minutos y nueve segundos por delante. Aceleró con destreza, corrigiendo muy poco y muy de vez en cuando aquellos pequeños errores cometidos por la velocidad. Una luz le cegó al final del recorrido, detrás de la puerta, arriba en la escalera, un sonido, como de hadas, una voz aguda y tintineante comenzó a sonar, y cada vez más alto hasta llegar casi a la estridencia, rebasando el límite después y quedándose en silencio absoluto al rato, caído el silencio como una cascada de luz azul.

El temor se apoderó del cuerpo de Matilde Buddermat. ¿A quién no le resultarían sorprendentes sus engaños? Tras una vida modélica, como un tintineo de gotas de lluvia, todo se deshacía bajo la mirada asustada de Matilde Buddermat. El miedo se apoderó de ella. Allí, abajo de la escalera, junto al pasillo. Y una voz le vino a la mente: "¿A quién engañas Matilde Buddermat?". Ella, en silencio, lloró desesperada su pena. Su cobardía. Su soledad más absoluta. Y una oscuridad tremenda lo invadió todo precedida de un coro de ángeles celestiales... El silencio volvió a cubrir la noche. Habían pasado cuatro minutos y nueve segundos...

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