martes, 16 de enero de 2018

HADAS Y NINFAS


La Rusalka era la ninfa eslava que atraía a los hombres para matarlos. Como cuento sería breve, conciso. Acertado. Como anécdota de mi vida, poco menos que una moraleja más que atinada. Hoy es martes. Y no llueve. Pero yo me voy haciendo mayor. Y creo que estoy acertando al envejecer con palabras y silencios.

Aprendí qué era la rusalka al acabar el programa de radio: me vine a casa caminando por al avenida del Cid con la pena cogida al alma y el móvil en la mano. El resumen de la conversación era la muerte y los entierros. La muerte siempre amarga, pero el entierro puede ser bello. Se puede tener derecho al entierro bonito. Que es, en sí, algo como de leyenda negra. Oscuro. Como son de siniestros quienes apuntan con una mano o quienes disparan con mano ajena. Me hablé la avenida con Cristina como hace siete días con mi Mabelón. Ellas no son rusalkas, al revés. La una por casi recién llegada, la otra por inevitable en el paso de los días, las horas... los años.

Voy a cerrar el día viendo tele. Olvidándome de las aguas turbias y las ninfas eslavas. De los humos lejanos y los futuros próximos. Los futuros próximos es algo como Los tacones lejanos o Los paraísos perdidos, de esos títulos que dan que hablar... Yo, después de todo, he aprendido a whassapear las penas y las alegrías, las rabias y los sinsabores... Y luego me voy a dormir. Apoyo la cabeza sobre la almohada y me dejo llevar por las hadas...

 

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