jueves, 18 de enero de 2018

GRIS CLARO


Claro que me caí. Mil veces. O mil una. Y claro que me levante: mil y dos. Y habrá mil y tres. Y las que vengan... Escribo estas líneas sin mayor necesidad. Me he venido con calma al año nuevo. Como todo, hay días mejores y días peores. El de hoy no es malo. Dormí algo menos esta noche porque ayer estuve en el cine. Viendo la vida en una pantalla gigante con la que soñar... Me despisté una hora y cuarenta minutos. Lo justo para pensar solo una vez mientras Álex de la Iglesia hacía de las suyas en el trabajo. En el día a día. En el noche a noche. Porque algunos trabajamos de día y nos llevamos los cansancios, las tensiones, las dudas, las sospechas a casa como si fuera trabajo de cole que hacer el fin de semana. Por eso, me despisté. Me fui a otras cosas. A esos "Perfectos desconocidos" que me hicieron reír y aplaudir, desde la butaca y con mi dolor de espalda. Lo pasé bien.

Y hoy. Hoy también lo paso bien. Mezclo mi café con resaca de duelos y soy capaz de dirigirme todos esos mensajes que sé me pueden machacar de manera más contundente. Lo hemos sabido siempre: no hay mayor enemigo que uno mismo. Ni mayor amigo. Y en esa amistad compartida de vida he aprendido muchas cosas. En otro momento, y no mucho más lejano, yo ahora ardería. Y sin embargo, como un caramelo, paladeo cada minuto y sí, no lo niego, ahogo algunas semanas con ganas de que pasen. Algunas horas con ganas de que se descuelguen. Algunos días con ganas de que sean noches... Noches solitarias, eternas. Dormidas.

Estoy en calma. Aún con tanto ruido, con esas espadas en alto que algunos baten con intenciones personales, oscuras y perversas. Yo camino. Con el viento contra la cara sintiendo la vida. Con ese viento lleno de polvo que se alza inmisericorde y salvaje. Que se revuelve. Que no soy yo... Porque yo no me revuelvo tanto como creen. Porque yo no soy tan salvaje como querría. Porque a mí me queda aún la misericordia... ¿Sabía alguien que la misericordia une la miseria y el corazón? Se tiene compasión de las penas ajenas... Lo que no sé es que palabra une las miserias y los corazones de otros. La negritud. Y la vida pasa...

Claro que hay días oscuros. Yo creo que ayer era más gris. Hoy me revuelvo, me sacudo. Y aún así no fue un día negro: un gris claro. Un gris que me devolvió canciones de ayer hoy en forma de resaca. Y escucho por tercera vez a los Kansas... Las canciones, lo digo siempre, nos viene a la cabeza por algo. Y aquí estoy yo... Así estoy yo. Hoy... y mañana: polvo en el viento.


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