lunes, 8 de enero de 2018

ENGANCHADO



Si hago caso a los horóscopo, tengo por delante el 2018 más trepidante por delante y el más desastroso. El de mayor éxito y el de mayores sombras. Si hago caso a los zodíacos, me anuncian convulsiones que debo serenar. Reposar. Calmar. Lo que nunca he hecho... Y sin embargo, en este año nuevo sin propósitos ni despropósitos, era toda la hoja de ruta que tenía para mí mismo. No sé si llegué a contarlo ya, pero me había decicido pasada la frontera de los 40 a caminar con otros pasos: yo, saber decir que no, templar ánimos y salir de la zona de confort para demostrar que podemos y sabemos. No creo que sea nada distinto a lo que se hayan propuesto un escorpio o una capricornio. Pero en mi caso, lo tenía todo redondeado con una necesidad de sacudir mi vida.

Otros se han empeñado en sacudirla desde fuera. Uno desde la oscuridad, tenebrosa, moviendo hilos para hacer pagar cuentas que solo él comprenderá. Otra, para hacer valer que un no se paga. Otro, para seguir siendo el rey del mambo de su vida que no pudo serlo en la vida... "Hay muchas envidias, hijo. Y tú no has tenido suerte" me vino a decir mi madre el sábado de reyes antes de comer con Jesús y su nieto con novia, mis padres, mi cada vez menos pequeña Edurne y mi hermana Rosa. Envidias... Yo las he sufrido, alguna vez, poca, pero más que los celos. Yo soy más de pecar de soberbia. Y de gula. Lo reconozco... Pero esas palabras de la envidia, dichas por mi madre, que es más certera que un dardo en la diana, me han hecho pensar. Repensar. Porque vino a decir algo que yo, sin haber dicho en voz alta nunca, habría pensado más de una vez.

En esto me viene de maravilla mi amiga Mabel que es un saco de experiencias que me atropellan cada vez que descuelgo el teléfono con una necesidad a la espalda. "Me adelanté" le dije "una vez más". Porque yo volví a saber que me caería. Y me cayó. No me calló. (Disculpad el juego de palabras, pero no me callo ni aunque me ahoguen. Esto también me lo advirtió desde niño mi madre). Y ahí vamos. Pisando despacio, pero seguros. Intentando pasar día a día. Hora tras hora. Muchas de relax (porque así me lo recomienda también el horóscopo, y si al final le hacemos caso en lo malo, ¿por qué no habríamos de seguirlo a pies juntillas en lo fetén?). Al final del día, las lamentaciones del no hice. Y a la noche descanso, de tirón, y despierto de nuevo. No nuevo, pero casi. Renovado.

Me dijeron los astros que esta semana debería dejar de lado las redes sociales. Que me tienen muy volcado. Y es cierto. Estoy por retarme a mí mismo a no seguir subiendo cosas que no sean mi propia moral. Pero el problema es que siempre pienso, vivo, siento (presiento) algo que me invita a ir de nuevo al face, instagram... o donde quiera que ande enredado.

Me dijo el horóscopo que no lo haga. Le haré caso, como a mi madre, cuando habla de las envidias y de que no me callo. Ni aunque me ahoguen...

No ando preocupado, ni desanimado, ni desconcertado... Ando desilusionado. Tal vez. Porque sé demasiadas cosas que no querría saber. Porque he visto muchas cosas que llegaron a decepcionarme. Porque presiento muchas conversaciones en las que no he estado pero que sería capaz de escribir sin torcerme. Al final, Dios y la vida me dieron esos sextos sentidos que tanto me han ayudado,... Tan solo un temor ahora: ¿Qué pasará si desaparece esa capacidad de adelantarme al drama? No lo pensaré. Mi horóscopo me dijo que tranquilo, que el destino sigue soplando a mi favor... Lo que espero es que sople muy fuerte. Bueno, espero otras muchas cosas, ya veremos si llegan...

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