miércoles, 3 de diciembre de 2014

YO QUE NUNCA DESAYUNO


Lo divertido del día fue empezar con una confusión. Lo noté al despertar, que me apoyaba el frío contra la almohada. Primer día con sensación de fríos. Anoche me trajo Manolín a casa, que estrenaba de nuevo carnet. Y me fui a dormir cansado, después de una jornada completa, que cerramos en La Rambleta disfrutando de Moni y Ángeles. El teatro es muy distinto cuando se vive desde fuera. Es verdad. Pero fue una bonita experiencia que seguro volveremos a repetir. No sé cuándo. Pero volveremos.

Lo dicho. Que me levanto de la cama y de esas cosas que solo me pasan a mí, decido hacerme un tazón de leche en casa. ¡Yo que nunca desayuno! Y me armo de paciencia doméstica, capturo mi taza policial y vierto mi leche en ella. Mi leche roja. ¡Roja! Miro la caja y muero de risa al leer gazpacho. ¿Por qué dejé el gazpacho en el sitio que nunca sé seguro si dejo la leche desnatada? En fin... Que cargado de humor, me eché unas risas, y por el método embudo, devolví al tetrabrick el tomate andaluz. Que no está la cosa para ir tirando la comida y, desde luego, tampoco para ir desayunando gazpachos. Yo que nunca desayuno...

Me fui a Valencia en taxi después de atender un sinfín de llamadas. Lo que se esperaba. Más, yo creo. Y llegué a mi reunión de trabajo pensando en el gazpacho y con ganas de hablar con Aurora. Nos pusimos unos whatsapps, me mandó una foto de su nuevo amor (Ángel) y nos echamos unas risas recordando cosas como mi aftershave o la pajita del McDonalds de Picadilly Square. Hace tarde de Londres. Lo pienso ahora, derrotado sobre la silla de la sede.

Me pican las ganas de irme a Madrid. Por fin. Porque en esta letanía de horas y deshoras, de alcances y despistes, da al final la sensación de que nada apetece. Y a mí me apetece un paseo con abrigo por la plaza de la Reina. Un chocolate si se tercia. Echarme unas risas. Y no dejar de mirar al cielo...

Pero esta noche tengo programa. Así que deshilacho mis horas pensando en lo que me queda por delante, que no será poco. Lo que sea, os lo contaré. Mientras pienso si no debería a lo mejor de incluir el gazpacho entre mis no desayunos a los que acostumbro... ¡Ay, señor!

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