miércoles, 10 de diciembre de 2014

MI DESYO

Maldito dolor de espalda. Regresé de Madrid y el frío se había colado por la ventana. El incienso cubre la casa ahora que el sol se va antes. Pero mis manos, que han dejado por unos segundos las tareas domésticas, están calientes. Mi cabeza cada vez, para sorpresa mía, más fría. Cada vez me acostumbro de manera más rápida a gestionar las crisis, la crisis o cualquier cosa de las que nos abordan en la vida. Sin desesperos. Algo insólito. Impensable hace tan solo unos años cuando me derretía en excesos... Afortunadamente el corazón sigue latiendo. Como un reloj, acompasado.

Ayer estuve en el entierro de Jesús López, un señor de los conocidos del pueblo. De los que mantenía conversaciones con historia, con sabor a pasos. En la despedida crucé mi mirada con una persona que no me miraba. Así que más que mirarnos, le atravesé con los ojos. Y casi adiviné qué había al otro lado de su presencia. Me dio por pensar cómo la vida nos retuerce y se ríe. Como hace un tiempo aquella presencia sola, me desataba un agrio ácido corrosivo que me envenenaba. Y sin embargo, ayer, cuando me dí cuenta de que le estaba mirando, me sorprendí gratamente al ver que nada me despertaba ya. Ni siquiera el celo animal que nos empuja a la supervivencia.

Poco después, una persona ni giró la cabeza para saludarme. Me dio la mano, como quien la entrega en un besamanos ajeno, y la deshizo enseguida sin dedicarme un suspiro. Primero me dolió, pero enseguida, ese celo descelado, me echó atrás y me hizo pensar: ¿qué le has hecho? Nada, me respondí. Y pensé enseguida que sus celos son los que le hacen hacer este tipo de estupideces que le envejecen más. La fecha de caducidad está puesta. Así que, para que matarnos en batallas inútiles. Mi yo nuevo. Sorprendente. Porque ya digo que hace unos años, andaría con el machete entre los dientes, saltando por encima de mis pesadillas propias... No merece la pena.

Acabé la noche con la Gala de la Caridad - recordando cuando la presentaba con la inigual Vero March - y en la falla, de Junta Directiva. El frío hizo todo lo demás. Cuando Rosa me traía a casa, nadie por la calle. Y mi yo, desyo, yéndose a dormir sorprendido de sí mismo... Y de mí.

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