jueves, 11 de diciembre de 2014

EL CIELO




Me cuesta ver sufrir a un amigo. Me ha pasado siempre, porque siempre he dicho que el dolor ajeno duele más que el propio. Cuando me duele la espalda, como estos días, sé cuánto me duele. Sin embargo nunca sé cuánto es el dolor que viven los demás... Cuando el dolor además no es físico, sino que te clava el alma o te despega el corazón, el dolor ya es imposible de sentir sino se tiene clavado a las entrañas. Por eso, cuando un amigo sufre, sufro.

Vengo de un entierro. Vengo de un entierro donde siempre, a la gente que había visto con una sonrisa, les he visto con los ojos en llanto. Al final de la ceremonia, el sacerdote dijo unas palabras que rezaban en la dedicatoria que Winston Churchill tenía en su Biblia: "Cuando nacemos lloramos, mientras el resto del mundo sonríe. Procura morir con una sonrisa, mientras todo el mundo te llora.". Qué breve. Qué gran verdad.

Cuando uno sufre, de nada sirve que le hablen de mañana ni del cielo. Cuando uno está al quiebro de las lágrimas, se pasa el día mirando al suelo con un extraño dolor clavado entre los ojos y una pena honda que nos arrastra con pies de plomos. Por eso, cuando un amigo sufre, intento decirle que mire al cielo. Porque muchas veces no lo hará. Pero si un segundo, tomando un sorbo de aire o cogiendo aliento para seguir la vida sin llorar, se le escapa la mirada al cielo y ve lo que allá arriba le aguarda, será suficiente... El cielo sigue teniendo en otoño unos colores preciosos. Aunque nos condenemos a mirar al suelo...

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