Dan pereza los sueños y las desesperanzas. Me aniquilan el odio sin sentido y la opinión infundada. Me dan grima los perezosos de bondades y quienes se pierden entre cortinas negras. Soy así. Se está acabando el año y echo la mirada atrás para recordar hace nada las lluvias de Bali, aquellas que nos sonaban a tsunamis. Parece al lado. Y la comida en el restaurante de la orilla del mar. Y el paseo bajo la lluvia. Y la negativa a comprar un chubasquero... Como si la vida se esfumara, igual, me paro a mirar atrás. A recordar tantos momentos vividos, aquella necesidad de saber cómo sería mi 2014 y ahora preparando la pala y la arena para enterrarlos pronto...
No sé qué aprendí. No sé que sume. No sé que perdí. Si no pienso, bloqueado no encuentro respuestas a cosas que necesitaría saber. Porque cada año que pasa debe de ser un balance en positivo para ir creciendo...
¿Qué aprendí? Aprendí a no soñar despierto, pero sin dejar de esperar. Antes la mentira piadosa, la imaginación volando, el querer cumplir un sueño que la desesperanza,... Aprendí que de los que esperas, te pueden desesperar, y que sumando siempre se es más... Algo que ya sabía. Aprendí a caminar con la espalda más recta y a ir caminando. A que a veces no tenemos razón y hay que ponerse en el lugar del otro: empatía. También aprendí a que si en el lugar del otro ves que te sobran los motivos, pues como cantaba aquél... Aprendí a querer más mi cueva. A que siempre hay tiempo para organizarse. A que me quieren. Vamos, eso sí que lo aprendí. Y a querer más, puede ser. A ser menos yo y ser más compartido: yo que siempre me he compartido. Aprendí a que hay que seguir adelante. Y ahora, cuando casi acaba el año, he aprendido que si quiero, he de ir... Pero hay que querer. Y entonces, ir.
¿Sumé? Momentos, amigos, recuerdos, esperanzas, anhelos, desengaños, penas, traiciones, olvidos,... Sumé lo que nos suma la vida siempre. Y calculo que si con una silla frente al mar, en el borde de un precipicio, me pusiera a contar, sumaría ciento y pico de cosas que sumé este año sin darme a penas cuenta.... Como sé lo que perdí: la oportunidad de dedicarme más tiempo, de escucharme más, de mirarme más, de conocerme más... Y así decidir. Sí, decidir. Porque todo no está decidido. Lamentablemente. No todo está decidido... Y veces me embruja una bola de espejos y a veces me pierdo con un camino lejano...
Sigo sin pensar. Creo que debería hacer un alto en el camino. Y elegir. Nada de lo que no me proponga lo conseguiré nunca. ¿Pero podría alcanzar lo que anhelo? A eso me refiero. A que a lo mejor es hora de frenar en seco y decidir... Porque este fin de semana pasado en Madrid me dí cuenta de muchas cosas, que desde ayer son una voluntad, pero que tengo miedo a que la monotonía erosione de manera injusta...
En fin. El año se acaba. ¡Qué no sea a sí con las oportunidades!
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