martes, 14 de enero de 2014

DÍAS DE CLORO

Día 1. 14 de enero. Cumpleaños del pequeño Álvaro que va, casi nada ya, por los seis años. Hay que ver la de cosas que han ido cambiando en la vida desde que llegó y cómo se desconfiguran los tiempos y lo difícil que resultan cuadrarlos. Vengo con las agujetas empezando a resentirse en los brazos, más que pez en el agua, el primer día de piscina ha sido suplicio a golpe de saeta, pero no de Semana Santa, sino de reloj, de un reloj que parecía no pasar.

Martes de trabajo. Descubrí la belleza al despertar de un último desperezo antes de levantarme y la sensación tan genial de empezar así el día, desperezándome. Dicen, leí, que un buen desperezo al comenzar al día nos cambia el humor y nos lo pone alegre, a los que lo tengan torcido. Por cierto, que acabo de leer una noticia sobre mí (mira qué son curiosas estas cosas) de los que mandan metiéndose una vez más con mis vacaciones... Qué penita, de verdad. Son cansinos, siempre con lo mismo. Pero en fin, parece que va con el cargo el tener que aguantar las memeces. Y yo las aguanto y las diluyo en agua con cloro. No sé cuántos seguirán al día 1. Esto tiene que ser algo más que un propósito de año nuevo, porque reconozco que al tiempo que florece la idea de las agujetas, noto cierto bienestar, tal vez, pueda ser, por esa olor a lejía que aún no ha salido de mis fosas nasales. Volveremos, a la carga, como siempre.

Anoche tuve ejecutiva del partido, pero fue rápida. Esta mañana almorcé con Tatín y sus cosas, rápido porque enseguida continué en el despacho escribiendo al teclado y reorganizando mis días. Y así vamos, con una sensación de martes bien aprovechado. Me llamaron de Acnur para confirmar mis datos y que formo parte de la asociación desde ya: lo cual me alegra. Me propusieron algo indecente por whatsapp que falleramente me apetece muchísimo y dije que sí. E intenté cuadrar la agenda para que no se desmorone como se desmontan los días desde que Álvaro llegó (y probablemente desde antes.).

Me descubrí debajo de casa de Gloria admirando la belleza del cambio de luz en el día. Una nube, ante el sol, lo eclipsó todo y de repente los grises azulados de los cielos que atormentan, se convirtieron en oro nuevamente. Esto fue antes de la dosis de cloro que lleva hoy mi cuerpo serrano. Ahora a seguir la marcha, a repasar Carmela (probablemente), a mejorar la limpieza de la casa, a seguir recuperando el disco duro del ordenador y a seguir sonriendo a la vida y quedándome con los pequeños detalles... que son los más hermosos. Feliz cumple Álvaro.

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